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Psicoanálisis y Economía

viernes, 1 de mayo de 2009

Citas de Sigmund Freud sobre Trabajo

Citas seleccionadas por Sebastián Plut
El conjunto de citas que se presenta a continuación no pretende ser exhaustivo. Sólo intentamos exponer algunas de las ocasiones en las que Freud, explícitamente, se ocupó de la vida laboral. Seguramente, tales referencias, en el conjunto de la metapsicología, podrán constituir la base de renovadas reflexiones.
Todas las citas se refieren, salvo indicación contraria, a las Obras Completas según la edición de Amorrortu Editores.

T. I: Manuscrito A, 1892
“Exceso simple y trabajo excesivo no son factores etiológicos” (pág. 216).

T. I: Manuscrito B, 1892
“[el trabajo excesivo, una afección corporal, un afecto depresivo] sin desgaste sexual todos esos factores no serían capaces de producir neurastenia; producen fatiga normal, tristeza normal, debilidad corporal normal, pero en cualquier caso sólo aportan la prueba de cuánto puede tolerar un hombre normal de estos influjos nocivos” (pág. 218).

T. I: Manuscrito F, 1894
“Hombre corporalmente sano, se queja de que «le decaen la vitalidad y la energía de una manera que no es natural para su edad». Ese estado –en que todo le es indiferente, le cuesta trabajar, está malhumorado y cansado- se acompaña de fuerte presión en la coronilla, también en la nuca; además, por regla general anda mal del estómago, es decir, sensibilidad hacia ciertos alimentos, eructos y deposición perezosa. También parece dormir mal” (pág. 237).

T. II: Estudios sobre la histeria, 1893-5
“Me inclinaría a creer que el resultado de todo esto sería una medida notable de hiperrendimiento psíquico, insostenible a la larga y que por fuerza llevaría a un agotamiento, al misère psychologique {empobrecimiento psicológico} secundario” (pág. 122).

T. II: Estudios sobre la histeria, 1893-5
“aumenta la carga psíquica, acrecienta su desdicha [y] su improductividad” (pág. 303).

T. III: Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de «neurosis de angustia», 1894
“...también la neurosis de angustia se genera, y ciertamente en ambos sexos, por el factor del trabajo excesivo, del empenio agotador –p. ej., tras vigilias nocturnas, el cuidado de enfermos y aun luego de enfermedades graves-“ (pág. 103).

T. III: Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de «neurosis de angustia», 1894
“Corresponde apreciar en parecidos términos el caso de una señora cuya neurosis estalla tras la pérdida de un hijo, o del estudiante que es perturbado por la neurosis de angustia en la preparación de su examen final. Ni aquí ni allí hallo explicado el efecto por la etiología indicada. No es forzoso contraer surmenage por el estudio…Y sobre todo, mi expectativa sería que el estudiante adquiriera en virtud de ese «surmenage» una cefalastenia…” (págs. 105-6).

T. III: La herencia y la etiología de las neurosis, 1896
“Como causas concurrentes o accesorias de las neurosis se pueden enumerar todos los agentes banales que hallamos en otros campos: emociones morales, agotamiento físico, enfermedades agudas, intoxicaciones, accidentes traumáticos, surmenage intelectual” (pág. 147).

T. III: La sexualidad en la etiología de las neurosis, 1898
“[solo los factores sexuales] permiten al médico discernir unos vínculos ciertos entre su diversidad y los múltiples cuadros clínicos. En cambio, si cotejo los casos en que se contrajo neurastenia supuestamente por exceso de trabajo, por una irritación emotiva, o luego de un tifus, etc., no advierto en sus síntomas nada común” (pág. 264).

T. III: La sexualidad en la etiología de las neurosis, 1898
“El valor de los influjos agotadores subsiste con la limitación antes indicada; pero por cierto se abusa en exceso del factor del surmenage, que tan a menudo los médicos indican a sus pacientes como la causa de su neurosis. Es por completo verdadero que si alguien está predispuesto a la neurastenia por unos influjos sexuales nocivos, soportará mal el trabajo intelectual y los empeños psíquicos de la vida, pero nadie se volverá neurótico por obra del trabajo o de la irritación solamente. Antes bien, el trabajo intelectual es un medio protector frente a una eventual afección neurasténica; justamente los trabajadores intelectuales más perseverantes permanecen a salvo de la neurastenia, y lo que los neurasténicos inculpan de <> no merece en general, ni por su cualidad ni por su envergadura, ser reconocido como un <>. Los médicos tendrán que acostumbrarse a dar al funcionario que se ha <> en su oficina, o al ama de casa a quien las tareas se le han vuelto demasiado pesadas, el esclarecimiento de que no han enfermado porque intentaban cumplir con sus deberes, en verdad livianos para un cerebro civilizado, sino porque entretanto han descuidado y estropeado groseramente su vida sexual” (pág. 265).

T. VII: Tres ensayos de teoría sexual, 1905
“es innegable que la concentración de la atención en una tarea intelectual y, en general, el esfuerzo mental, tiene por consecuencia en muchas personas, tanto jóvenes como maduras, una excitación sexual concomitante. Hemos de considerarla la única base legítima de la tesis, por otra parte tan dudosa, que hace derivar las perturbaciones de un «exceso de trabajo» mental” (pág. 185).

T. VII: El método psicoanalítico de Freud, 1904
“No puede postularse para el tratamiento ninguna otra meta que una curación práctica del enfermo, el restablecimiento de su capacidad de rendimiento y de goce” (pág. 241).

T. IX: El creador literario y el fantaseo, 1908
“Supongan el caso de un joven pobre y huérfano, a quien le han dado la dirección de un empleador que acaso lo contrate. Por el camino quizá se abandone a un sueño diurno, nacido acorde con su situación. El contenido de esa fantasía puede ser que allí es recibido, le cae en gracia a su nuevo jefe, se vuelve indispensable para el negocio, lo aceptan en la familia del dueño, se casa con su encantadora hijita y luego dirige el negocio, primero como copropietario y más tarde como heredero. Con ello el soñante se ha sustituido lo que poseía en la dichosa niñez: la casa protectora, los amantes padres y los primeros objetos de su inclinación tierna” (págs. 130-1).

T. IX: La moral sexual «cultural» y la nerviosidad moderna, 1908
“[la masturbación] malacostumbra y así corrompe el carácter en más de un modo: en primer lugar, porque enseña a alcanzar unas sustantivas metas sin trabajo, por cómodos caminos, en vez de requerir una enérgica tensión de fuerzas… Y en segundo lugar, porque en las fantasías que acompañan a la satisfacción el objeto sexual es elevado hasta un grado de excelencia que no se hallará fácilmente en la realidad” (pág. 178).

T. XII: Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente, 1911
“Tras alcanzar la elección de objeto heterosexual, las aspiraciones homosexuales no son canceladas ni puestas en suspenso, sino meramente esforzadas a apartarse de la meta sexual y conducidas a nuevas aplicaciones. Se conjugan entonces con sectores de las pulsiones yoicas para constituir con ellas, como componentes ‘apuntalados’, las pulsiones sociales, y gestan así la contribución del erotismo a la amistad, la camaradería, el sentido comunitario y el amor universal por la humanidad” (pág. 57).

T. XIV: Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico, 1914
“La autonomía de los trabajadores intelectuales, su temprana independencia del maestro, siempre son satisfactorias en lo psicológico; empero ella beneficia a la ciencia solo cuando esos trabajadores llenan ciertas condiciones personales, harto raras” (pág. 25).

T. XIV: Duelo y melancolía, 1915
“La melancolía se singulariza en lo anímico por una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja en el sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y autodenigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa de castigo” (pág. 242).

T. XVI: Conferencia XX, 1917
“El motivo de la sociedad humana es, en su raíz última, económico; como no posee los medios de vida suficientes para mantener a sus miembros sin que trabajen, tiene que restringir su número y desviar sus energías de la práctica sexual para volcarlas al trabajo. Vale decir, el eterno apremio de la vida, que desde los tiempos primordiales continúa hasta el presente” (págs. 284-5).

T. XVI: Conferencia XXIV El estado neurótico común, 1917
“Ahora bien, a la parte de ganancia de la enfermedad que por así decir es intrínseca al síntoma, tenemos que agregarle todavía otra, que se obtiene más tarde. Cuando una organización psíquica como la de la enfermedad ha subsistido por largo tiempo, al final se comporta como un ser autónomo; manifiesta algo así como una pulsión de autoconservación y se crea una especie de modus vivendi entre ella y otras secciones de la vida anímica, aun las que en el fondo le son hostiles. Y no faltarán entonces oportunidades en que vuelva a revelarse útil y aprovechable, en que se granjee, digamos, una función secundaria que vigorice de nuevo su subsistencia. En vez de un ejemplo tomado de la patología, consideren ustedes una clara ilustración de la vida cotidiana. Un empeñoso obrero que se gana sus sustento queda inválido por un accidente de trabajo; queda imposibilitado para trabajar, pero el desdichado recibe con el tiempo una pequeña pensión por accidente y aprende a sacar partido de su mutilación, como mendigo. Su nueva vida, si bien estropeada, se basa ahora justamente en lo que lo hizo perder su vida primera. Si ustedes logran quitarle su invalidez, al principio se queda sin medios de subsistencia; y hasta es dudoso que sea capaz de retomar su trabajo anterior. Lo que en el caso de la neurosis corresponde a esa clase de aprovechamiento secundario de la enfermedad podemos adjuntarlo, como ganancia secundaria, a la primaria que ella proporciona” (págs. 349-50).

T. XVI: Conferencia XXVIII, 1917
“Completemos ahora nuestra exposición del mecanismo de la curación presentándolo con las fórmulas de la teoría de la libido. El neurótico es incapaz de gozar y de producir [rendir]; de lo primero, porque su libido no está dirigida a ningún objeto real, y de lo segundo, porque tiene que gastar una gran porción de su energía restante en mantener a la libido en el estado de represión [desalojo] y defenderse de su asedio” (pág. 413).

T. XVI: Conferencia XXVIII, 1917
“La diferencia entre salud nerviosa y neurosis se circunscribe, pues, a lo práctico, y se define por el resultado, a saber, si le ha quedado a la persona en medida suficiente la capacidad de gozar y de producir” (pág. 416).

T. XIX: Una neurosis demoníaca en el siglo XVII, 1923
“Había caído en estado de tristeza, no podía –o no quería- trabajar bien, y le preocupaba no poder ganarse el sustento; vale decir: depresión melancólica con inhibición del trabajo y preocupación (justificada) por su futuro.
El razonamiento del pintor, que motiva su pacto, parece ser pues el siguiente: por la muerte de su padre se le han estropeado su talante y su capacidad de trabajo” (págs. 82-3)

T. XIX: Una neurosis demoníaca en el siglo XVII, 1923
“Si pudiéramos averiguar acerca de Christoph Haizmann tantas cosas como las que llegamos a saber sobre los pacientes que se someten a nuestro análisis, nos resultaría fácil desarrollar su ambivalencia, hacerle recordar los momentos y ocasiones en que tuvo razón para temer y odiar a su padre, pero, sobre todo, descubrir los factores accidentales que se añadieron a los motivos típicos del odio hacia aquel, motivos que arraigan inevitablemente en el vínculo natural padre-hijo. Tal vez se hallaría entonces un esclarecimiento especial de la inhibición para el trabajo. Es posible que el padre se haya opuesto al deseo del hijo de ser pintor; su incapacidad para ejercer ese arte tras la muerte del padre sería entonces, por un lado, expresión de la consabida obediencia de efecto retardado y, por otro, al impedirle procurarse el sustento, forzosamente aumentaría su añoranza del padre que ampara frente a las cuitas de la vida” (pág. 89).

T. XIX: Una neurosis demoníaca en el siglo XVII, 1923
“Estos factores –depresión, inhibición para el trabajo y duelo por el padre- se enlazan de algún modo” (pág. 103).

T. XIX: La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis, 1924
“como la neurosis, no desmiente la realidad, pero como la psicosis, se empenia en modificarla. Esta conducta adecuada a fines, normal, lleva naturalmente a efectuar un trabajo que opere sobre el mundo exterior, y no se conforma, como la psicosis, con producir alteraciones internas; ya no es autoplástica, sino aloplástica” (pág. 195).

T. XX: Inhibición, síntoma y angustia, 1926
“La inhibición del trabajo, que tan a menudo se vuelve motivo de tratamiento en calidad de síntoma aislado, nos muestra un placer disminuido, torpeza en la ejecución, o manifestaciones reactivas como fatiga (vértigos, vómitos) cuando se es compelido a proseguir el trabajo. La histeria fuerza la interrupción del trabajo produciendo parálisis de órgano y funcionales, cuya presencia es inconciliable con la ejecución de aquel. La neurosis obsesiva lo perturba mediante una distracción continua y la pérdida de tiempo que suponen las demoras y repeticiones interpoladas” (pág. 85).

T. XX: ¿Pueden los legos ejercer el análisis?, 1926
“En la vida civil, la enfermedad puede ser usada como protección para disimular la propia insuficiencia en el trabajo profesional y en la competencia con otros…” (pág. 208).

T. XXI: El porvenir de una ilusión, 1927
“La cultura muestra dos aspectos. Por un lado, todo el saber y poder-hacer que los hombres han adquirido para gobernar las fuerzas de la naturaleza y arrancarle bienes que satisfagan sus necesidades; por el otro, comprende todas las normas necesarias para regular los vínculos recíprocos entre los hombres y, en particular, la distribución de los bienes asequibles. Esas dos orientaciones de la cultura no son independientes entre sí; en primer lugar, porque los vínculos recíprocos entre los seres humanos son profundamente influidos por la medida de la satisfacción pulsional que los bienes existentes hacen posible; y en segundo lugar, porque el ser humano individual puede relacionarse con otro como un bien él mismo, si este explota su fuerza de trabajo o lo toma como objeto sexual…
Parece más bien, que toda cultura debe edificarse sobre una compulsión y una renuncia de lo pulsional; ni siquiera es seguro que, en caso de cesar aquella compulsión, la mayoría de los individuos estarían dispuestos a encargarse de la prestación de trabajo necesaria para obtener nuevos medios de vida….
Lo decisivo será que se logre (y la medida en que se lo logre) aliviar la carga que el sacrificio de lo pulsional impone a los hombres, reconciliarlos con la que siga siendo necesaria y resarcirlos por ella…
Solo mediante el influjo de individuos arquetípicos que las masas admitan como sus conductores es posible moverlas a las prestaciones de trabajo y las abstinencias que la pervivencia de la cultura exige” (págs. 5-7).

T. XXI: El porvenir de una ilusión, 1927
“Resumiendo: dos propiedades de los seres humanos, ampliamente difundidas, tienen la culpa de que las normas culturales solo puedan conservarse mediante cierto grado de compulsión; son ellas: que espontáneamente no gustan de trabajar, y que los argumentos nada pueden contra sus pasiones” (pág. 8).

T. XXI: El porvenir de una ilusión, 1927
“Pero llegamos a inteligir que toda cultura descansa en la compulsión al trabajo y en la renuncia de lo pulsional, y por eso inevitablemente provoca oposición en los afectados por tales requerimientos” (pág. 10).

T. XXI: El malestar en la cultura, 1930
“He aquí la tarea a resolver: es preciso trasladar las metas pulsionales de tal suerte que no puedan ser alcanzadas por la denegación del mundo exterior. Para ello, la sublimación de las pulsiones presta su auxilio. Se lo consigue sobre todo cuando uno se las arregla para elevar suficientemente la ganancia de placer que proviene de las fuentes de un trabajo psíquico e intelectual” (págs. 79-80).

T. XXI: El malestar en la cultura, 1930
“Cuando no hay una disposición particular que prescriba imperiosamente la orientación de los intereses vitales, el trabajo profesional ordinario, accesible a cualquier persona, puede ocupar el sitio que le indica el sabio consejo de Voltaire. En el marco de un panorama sucinto no se puede apreciar de manera satisfactoria el valor del trabajo para la economía libidinal. Ninguna otra técnica de conducción de la vida liga al individuo tan firmemente a la realidad como la insistencia en el trabajo, que al menos lo inserta en forma segura en un fragmento de la realidad, a saber, la comunidad humana. La posibilidad de desplazar sobre el trabajo profesional, y sobre los vínculos humanos que con él se enlazan, una considerable medida de los componentes libidinosos, narcisistas, agresivos y hasta eróticos le confiere un valor que no le va en zaga a su carácter indispensable para afianzar y justificar la vida en sociedad. La actividad profesional brinda una satisfacción particular cuando ha sido elegida libremente, o sea, cuando permite volver utilizables mediante sublimación inclinaciones existentes, mociones pulsionales proseguidas o reforzadas constitucionalmente. No obstante, el trabajo es poco apreciado, como vía hacia la felicidad por los seres humanos. Uno no se esfuerza hacia él como hacia las otras posibilidades de satisfacción. La gran mayoría de los seres humanos solo trabajan forzados a ello, y de esta natural aversión de los hombres al trabajo derivan los más difíciles problemas sociales” (pág. 80, nota 5).

T. XXI: El malestar en la cultura, 1930
“Así como el comerciante precavido evita invertir todo su capital en un solo lugar, podría decirse que la sabiduría de la vida aconseja no esperar toda satisfacción de una aspiración única” (pág. 83).

T. XXI: El malestar en la cultura, 1930
“Quien nazca con una constitución pulsional particularmente desfavorable y no haya pasado de manera regular por la transformación y reordenamiento de sus componentes libidinales, indispensables para su posterior productividad, encontrará arduo obtener felicidad de su situación exterior, sobre todo si se enfrenta a tareas algo difíciles” (pág. 84).

T. XXI: El malestar en la cultura, 1930
“Si suponemos, con la máxima generalidad, que el resorte de todas las actividades humanas es alcanzar dos metas confluyentes, la utilidad y la ganancia de placer, debemos considerar que rige también para las manifestaciones culturales aquí mencionadas, aunque solo sea fácilmente discernible en el caso de la actividad científica y artística” (pág. 93).

T. XXI: El malestar en la cultura, 1930
“Después de que el hombre primordial hubo descubierto que estaba en su mano mejorar su suerte sobre la Tierra mediante el trabajo, no pudo serle indiferente que otro trabajara con él o contra él. Así el otro adquirió el valor de colaborador, con quien era útil vivir en común.
Por consiguiente, la convivencia de los seres humanos tuvo un fundamento doble: la compulsión al trabajo, creada por el apremio exterior, y el poder del amor, pues el varón no quería estar privado de la mujer como objeto sexual, y ella no quería separarse del hijo, carne de su carne. Así, Eros y Ananké pasaron a ser también los progenitores de la cultura humana” (págs. 97-99).

T. XXI: El malestar en la cultura, 1930
“Se nos impuso la idea de que la cultura es un proceso particular que abarca a la humanidad toda en su transcurrir... sería un proceso al servicio de Eros, que quiere reunir a los individuos aislados, luego a las familias, después a etnias, pueblos, naciones, en una gran unidad: la humanidad... Esas multitudes de seres humanos deben ser ligados libidinosamente entre sí; la necesidad sola, las ventajas de la comunidad de trabajo, no los mantendría cohesionados. Ahora bien, a este programa de la cultura se opone la pulsión agresiva natural de los seres humanos, la hostilidad de uno contra todos y de todos contra uno” (págs. 117-8).

T. XXII: Conferencia XXXI, 1933
“Es probable que las concepciones de la historia llamadas materialistas pequen por subestimar este factor. Lo despachan señalando que las ideologías de los hombres no son más que un resultado y una superestructura de sus relaciones económicas actuales. Eso es verdad, pero muy probablemente no sea toda la verdad. La humanidad nunca vive por completo en el presente; en las ideologías del superyo perviven el pasado, la tradición de la raza y del pueblo, que solo poco a poco ceden a los influjos del presente, a los nuevos cambios; y en tanto ese pasado opera a través del superyo, desempeña en la vida humana un papel poderoso, independiente de las relaciones económicas” (págs. 62-3).

T. XXIII: Análisis terminable e interminable, 1937
“Sirva esto para justificar el valor etiológico de factores tan inespecíficos como el exceso de trabajo, el efecto de choques, etc., que gozaron siempre de universal reconocimiento y que justamente el psicoanálisis debió empujar a un segundo plano. Es que la salud solo se puede describir en términos metapsicológicos, por referencia a unas proporciones de fuerzas entre las instancias del aparato anímico por nosotros discernidas, o, si se prefiere, inferidas, conjeturadas” (pág. 228, nota 11).

T. XXIII: Conclusiones, ideas, problemas, 1938
“Razón última de todas las inhibiciones intelectuales y de trabajo parece ser la inhibición del onanismo infantil”. (pág. 302).

Cartas de amor, Ed. Premiá
“El trabajo actúa como un narcótico; pero, como sabrás, hacía tiempo que buscaba algo que lograse sacarme de mi estado de excitabilidad” (9/10/1883).

Cartas de amor, Ed. Premiá
“Después de todo, ya sabes que una de mis facetas consiste en ser incapaz de trabajar si no me siento alentado por alguna esperanza que considere importante” (19/06/1884).

Correspondencia Freud – Abraham, Ed. Gedisa
“He recibido mucho trabajo… Ello me divierte y, cosa extraña, me ha hecho mucho bien para la salud, a lo que contribuye esencialmente la seguridad de postergar la de otra suerte inevitable bancarrota” (5/10/1917).

Las reuniones de los miércoles. Actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, Ed. Nueva Visión
“En un ensayo sobre la esclavitud de la mujer, John Stuart Mill omitió el hecho de que aquélla no puede ganarse la vida y criar hijos al mismo tiempo” (Acta 44, 11/03/08, pág. 356).

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