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Psicoanálisis y Economía

domingo, 24 de marzo de 2013

Francisco I y las renuncias

Sebastián Plut


Para comenzar optaré por exponer un fragmento de mi subjetividad o, mejor, dado que habré de referirme al Papa Francisco I, una confesión. En distintas situaciones de mi vida, hace tiempo sé que necesito luchar contra la fascinación. Sé que ante ciertos autores, textos o interlocutores, puedo tender a quedar seducido y se me impone, pues, un trabajo de elaboración tal que se dirija no solo al entendimiento de ese otro, sino también al procesamiento dentro mío de aquel efecto.
Se advierte ya que no abono ninguna posibilidad de conciliar favorablemente la reflexión con la fascinación. Más aun, esta última y la idealización configuran tanto la intolerancia al error como el camino más directo a éste.

Escribir estos días sobre el Papa Francisco I, a poco aún de su asunción, es precisamente expresión de esa misma pugna: interviene allí algo de la fascinación y, simultáneamente, el esfuerzo por despojarme de ella o, nuevamente tomando el contexto, por exorcizarla.

Lógicamente, el riesgo de expresarse en este momento sobre el flamante Papa, no es tanto el equívoco, sino el alto grado de probabilidad de escribir obviedades, renglones que solo sumen un más de lo mismo a lo que tantos otros están diciendo, a favor o en contra, desde la fe o el ateísmo, con pesimismo o esperanzas, con críticas o elogios. Sin embargo, también podemos considerar que todo este suceso hace que la realidad tome el carácter de una pulsión, en el sentido de constituirse como una exigencia de trabajo para lo psíquico.
Decía al comienzo de este párrafo que el riesgo no es el error, ya que a tan pocos días del inicio del papado todo lo que podamos decir será a sabiendas de que se trata de conjetura, deseo o sospecha. Es decir, es preciso reconocer que mayormente cuando hacemos pronósticos, estamos mirando por el espejo retrovisor y creemos que miramos por el parabrisas.

Hace días que todos conversamos sobre los pequeños gestos de Francisco y sobre los cuales los medios describen e informan: breves oraciones que dijo, fotos que circulan, antiguas anécdotas de su vida moderada, actitudes recientes, etc. No permanecí ajeno a las opiniones, si bien mantuve –o intenté mantener- cierta prudencia. Primero traté de leer las noticias pero, sobre todo, procuré leer notas extensas y enteras. Se me fue despertando una curiosidad significativa que me llevó, por ejemplo, a leer artículos más extensos en el sitio web de La Santa Sede (www.vatican.va). Allí me detuve en las homilías, ángelus y mensajes varios de diferentes papas.
Conviene insertar aquí una aclaración: progresivamente identifiqué que mi interés en el tema iba de la mano de mi vocación –otra palabra de cuño religioso- como psicólogo institucional, muy similar al tipo de fruición con que leí (más bien, estudié) la novela El nombre de la rosa de Umberto Eco. En un texto en el que expuse el análisis de la figura de Baskerville (www.revistaepistemologi.com.ar) señalé que esta novela puede leerse como si fuera un texto de historia, una novela filosófica, en clave religiosa o policial e, incluso, como un caso de análisis institucional. Ahora que lo pienso, de tan heterogénea manera también pueden pensarse el Vaticano, la Santa Sede y la elección y actividad del Papa Francisco I.

Me gustan la sobriedad, la humildad y la modesta forma de vivir de este Papa. En cierta medida me evocan los conceptos freudianos de renuncia pulsional y restricción del narcisismo y que nada tienen que ver con alguna sofocante represión. Tales nociones, para ser sintético, expresan la posibilidad y la resultante de reconocer que la realidad no coincide ni con el ideal ni con la pulsión. Para decirlo de otro modo: la renuncia es la condición para admitir la imposibilidad de una satisfacción irrestricta. Desde ya que esos conceptos pueden desarrollarse mucho más, pero aquí basta con esta escasa referencia.

Decía, entonces, que el hecho de que un Papa nos muestre tales rasgos y gestos me cae bien. Me genera algo de empatía, quizá porque reencuentro allí una pelea similar a la que mantengo contra el goce de la fascinación.
No hace falta decir aquí que esas manifestaciones no son suficientes, pues ya lo han dicho muchos estos días. No hay ninguna duda: para ser buen Papa (si es que fuera simple y posible definir qué es un “buen” Papa) o para “vaticinar” lo que vendrá, no alcanza con ponderar la sobriedad de Bergoglio. Tampoco me caben dudas acerca de quienes son los verdaderos destinatarios de la novedosa humildad pontificia: los propios miembros del clero, los que han hecho de la canonjía un derecho natural e incuestionable del sacerdocio.
No pienso que sea deber de la Iglesia, ni que esté a su alcance, resolver los problemas económicos de la sociedad. Podrá llevar consuelo y en ocasiones un plato de comida, pero su esencia –creo- será el alimento espiritual que puede brindar. La humildad de Francisco I, cuanto menos, podrá interferir en la inclinación social actual a alimentar la envidia, el egoísmo y la voracidad. Veremos cómo sigue todo esto.

Ahora bien, si nos centramos en Francisco no estará de más recordar que la humildad no nos dice nada, al menos necesariamente, sobre si es o no buena persona, sobre sus posibles ilusiones de omnipotencia, sobre sus programas de gobierno y, mucho menos, sobre los resultados que podrá obtener.
De estas incertidumbres quiero subrayar la correspondiente a la ilusión de omnipotencia. Es que sobre su programa de acción y sobre los logros que pueda alcanzar no dependerán solo del Papa. En cuanto a las expectativas de renovación, de hecho, no conviene olvidar que se trata de una institución sostenida en la tradición y cuya misión es su transmisión. Respecto de si estamos ante una buena o mala persona, ello entraña tantas consideraciones morales que excede mi disposición a detenerme en ese tema. Por eso, volvamos al problema de la omnipotencia. Además, porque este asunto, en rigor, excede a Jorge Bergoglio y abarca a todo aquel que sea ungido Papa. Sencillamente, me pregunto cómo puede escapar a la ilusión de omnipotencia una persona que admite (y, por qué no, soporta) ser el representante o vicario de Dios en la Tierra y, en cuya elección habría participado el Espíritu Santo. No digo esto con ironía y, ciertamente, es independiente de lo que yo mismo crea. Lo que importa es que sí lo cree quien ocupa esa posición. Y tratándose de una persona humilde, reacia a los ornamentos, imagino que de verdad debe ser todo un trabajo abdicar, a diario, a cada minuto, de esa ilusión que, casi casi, el contexto pide que conserve y enarbole.
Una digresión: a penas escribí el sustantivo ornamentos evoqué la primera frase que aprendí en latín cuando cursé el primero año del Colegio Nacional de Buenos Aires. Creo, con alguna posibilidad de equívoco dado el paso de los años, que era así: ancilla statuam ornat. Su traducción, también con ciertas prevenciones sobre mi capacidad de recordar, sería: la esclava adorna (o embellece) la estatua. No tengo del todo clara la significación de esta asociación libre que me sobrevino, y menos aun me explico por qué la primera oración que uno aprendía en latín incluía una esclava.

En suma, no podremos saber, al menos por el momento, si la mesura y moderación de Francisco I forman parte de un conjunto de señales que quiere brindar a los curas, obispos, etc.; si es un modo de entender el ejercicio de su enorme tarea diaria; o bien, si son parte prevalente de sus rasgos psicológicos de carácter. Esperemos para saber, entonces.

Lo cierto es que, como sea, la elección de este Papa, por argentino o por hispanoamericano, por bueno o por algún otro motivo, ha generado –y sigue generando- grandes expectativas. En verdad, es posible que la designación de cualquier líder sea una fuente canónica –palabra que, otra vez, no está escogida al azar- de esperanzas. Dicho de otro modo, es inevitable que así sea.
Pienso: si el Papa toma la tarea de renunciar a los lujos que tiene disponibles y, a su vez, si imaginamos que también trabajará en renunciar a la ilusión de omnipotencia con que lo inviste el trono que ocupa, la feligresía católica en particular, y la humanidad en general, podrá responderle en consecuencia: ser sensatos y medidos en nuestras expectativas.

Cuando fue electo Barack Obama, gran parte del mundo se entusiasmó con quien sería el primer presidente afroamericano de los EE.UU. Vieron allí un signo de avance en la sociedad americana y una esperanza de cambio que, a decir verdad, no se concretó palmariamente. Tal vez, el ocaso de la discriminación no se contente con la posibilidad de elegir a un hombre afroamericano en los EE.UU., o con elegir a un Papa que venga del fin del mundo. Quiero decir: no discriminar también exige no esperar que estos mismos atributos sean el signo y anuncio de nuevos y mejores vientos.
Demos aun un paso más: que en un país de larga historia racista se elija a un Presidente como Obama o que en el universo europocéntrico se designe a un sudaca, no solo no garantiza ni augura per se nada maravilloso, sino que tampoco creo que, invariablemente, su misma elección exprese un genuino y noble cambio de mentalidades.
En el caso de Barack Obama, fue electo presidente en ocasión de una de las crisis financieras más importantes de los EE.UU y luego de que George W. Bush instalara sólidamente la amenaza del terrorismo islámico. Francisco I fue elegido en el cónclave vaticano como consecuencia de un hecho, si no inédito, al menos de ocurrencia cada varios siglos: la renuncia del Papa precedente.
Intuyo que en sendos contextos de elección hay aun algo por desentrañar en cuanto a los caminos y motivaciones que empujaron a ambos resultados: presidencia de Obama y papado de Francisco. O sea, ¿qué podrá significar –y sinceramente no lo sé- que ante dos situaciones extrañas e indeseadas, se elijan a personajes que tienen atributos que, hasta el momento, los hacían difícilmente elegibles en sus sociedades respectivas?

Es momento de finalizar. Comencé con una confesión y terminaré con la mención de algo que no me gustó mucho de lo que ha dicho el Papa. Algo que, como decimos por acá, no me cierra. El Papa ha hablado de la paciencia de Dios, quien no se cansa de perdonar, mientras los humanos nos cansamos de pedir perdón. Francisco I, en ese momento, enfatizó la misericordia divina y aconsejó no cansarnos de pedir perdón. Con estas reflexiones de su ángelus del 17/03/13, disiento en algunos puntos, pero lo que no me gustó fue lo que recordé: a propósito de la postura de la Iglesia durante la Segunda Guerra Mundial, el filósofo italiano Giorgio Agamben llamó la atención sobre el rasgo divino al que se apelaba: “La Iglesia Evangélica alemana declaró públicamente en un determinado momento que era ‘corresponsable ante el Dios de Misericordia del mal que nuestro pueblo ha hecho a los judíos’; pero no ha mostrado la misma prontitud para sacar la consecuencia de que esta responsabilidad no tenía que ver, en realidad, con el Dios de Misericordia, sino con el Dios de Justicia, y hubiera significado, en consecuencia, el castigo de los pastores culpables de haber justificado el antisemitismo”.
Hay otros dioses (o ideales) además del propio del amor: el de la justicia, el de la verdad, entre otros. Cada uno de estos, seguramente, exige alguna renuncia particular. Por ahora, debemos esperar a ver cómo se van combinando los diferentes deseos e ideales del Papa. Yo me quedo con las preguntas, mis antepasados dirían: Baruj Hashém.

lunes, 18 de marzo de 2013

Estudio comparativo de dos diarios que informan sobre un mismo suceso político

Sebastián Plut

“Debemos tener en cuenta que nuestros periódicos
se proponen fines sensacionalistas y triunfos personales
mucho más que servir la causa de la verdad”
(Edgar Alan Poe)

1. Introducción
Frecuentemente se ha destacado la influencia del periodismo en la formación de opi-nión pública, influencia que se ejerce sobre la tematización, esto es, sobre el estable-cimiento de la agenda. Sin embargo, el establecimiento de la agenda posee cuanto menos tres objetivos: determinar cuáles son los temas, dimensionar su relevancia y proponer una interpretación. Para tales objetivos, pues, los medios se sustentan en el supuesto de objetividad de la información, al tiempo que utilizan diversos recursos y estrategias en la transformación desde el texto fuente de la noticia al texto periodísti-co. (Cohen, 1963; D’Adamo, et al., 2000; Perelman y Olbrechts-Tyetca , 1989; Sánchez Manzanares, 2008; Van Dijk, 1990). Todo ello nos conduce tomar al discurso periodís-tico desde la perspectiva de la retórica de la persuasión, en su capacidad de inducir pensamientos, creencias y actitudes. Un aspecto, quizá algo menos investigado, co-rresponde a la tentativa de inducir estados afectivos, tales como pesimismo, descon-fianza, escepticismo, pánico, entre otros (Maldavsky, 2002b; Graber 1994).
Los intentos de influir sobre el lector pueden realizarse por dos vías: la expresión de ciertas ideas políticas y otra el recurso a ciertos modos de expresión que son testimo-nios de una subjetividad. En suma, el discurso político –en este caso, del periodismo político– tiene valor como acto, como escena desplegada con alguna finalidad: generar adhesiones, fortalecer hostilidades, presionar, enmascarar, hacer hacer, hacer creer, hacer sentir, reforzar la legitimidad, autoridad y credibilidad del enunciador. El interro-gante de base y global que orienta nuestro estudio, entonces, puede expresarse del siguiente modo: ¿qué hace un medio cuando informa?
Este trabajo consta de dos partes. En la primera, nos proponemos analizar con el Algo-ritmo David Liberman (ADL) las tapas de dos diarios nacionales de Argentina (Pági-na/12 y Clarín) del 2 de marzo de 2013, día posterior al discurso que dio Cristina Fer-nández de Kirchner, Presidente de la Nación, en la Inauguración del 131° período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación. En la segunda parte, tomamos dos no-tas enteras de dos editorialistas, Mario Wainfeld y Ricardo Roa de Página/12 y Clarín respectivamente, del mismo día.

2. Primera parte
2.1. Muestra
En la descripción de las tapas enumeramos únicamente los elementos referidos al su-ceso cuyas versiones deseamos analizar.

La tapa del diario Página/12 contiene:
1) El titular principal: “Yo quiero en serio una justicia democrática”;
2) el copete: En la apertura del año legislativo, CFK anunció una batería de proyectos de ley para reformar la justicia. Busca que los miembros del Consejo de la Magistratura sean “elegidos por el pueblo”, ponerles límite a las cautelares, crear tres nuevas cámaras de Casación y trans-parentar la actividad y el ingreso a los juzgados;
3) una foto;
4) 4 subtítulos: a) Respuesta a los buitres: “Un puñado no puede arruinar a todo el mundo”; b) Respuesta a la Cámara de Nueva York: “A los buitres les pagaremos como a los demás”; c) Defensa del memorándum con Irán: “Me niego a hacer la plancha, quiero saber la verdad”; d) “La década ganada”: Los números de los diez años del kirchnerismo
5) el título de una nota del interior del cuerpo del diario: Muchos mensajes en uno;
6) una referencia a una nota sobre la Cámara de Nueva York: Un guiño desde nueva York. La Cámara pidió precisiones a la Argentina sobre cómo les pagaría a los buitres. Interpretaciones optimistas;
7) el relato de una anécdota: Violín. En octubre de 2003, cuando tenía 10 años, se acercó al palco donde estaba Néstor Kirchner en Humahuaca y le entregó una carta. Allí le explicaba que quería estudiar música pero su familia no podía comprarle el violín. Poco después le llegó a su casa uno que había pertenecido a Miguel Angel Estrella. Su historia fue relatada en Néstor Kirchner, la película. Ayer, en la apertura de las sesiones parlamentarias, el jujeño Facundo Nolasco fue el encargado de interpretar en ese instrumento el Himno Nacional.

La tapa del diario Clarín incluye:
1) El titular principal: Cristina anunció que avanzará sobre los jueces y la Justicia;
2) el copete: Enviará proyectos para que el Consejo de la Magistratura se elija por voto popular. También para limitar las cautelares y para que se hagan públicas las declaraciones juradas de los jueces. Además, propondrá crear otras tres cámaras de casación;
3) una foto;
4) una referencia a una nota sobre los “fondos buitres”: Lo dijo la Presidenta. Habrá una oferta para los fondos buitres. Cristina decía que no iba a haber ni un dólar para esos acreedores. Pero ayer aseguró que podría reabrir el canje y repetir la oferta de 2005 y 2010. Plazo hasta el 29. la Justicia de EE.UU. le ordenó al Gobierno que diga cómo pagará;
5) el título de una nota del interior del cuerpo del diario (con la foto del periodista): La columna de Lanata. La épica es ahora dominar el aparato judicial;
6) 4 subtítulos: a) Faltó la gente, sobró la soberbia; b) Un claro acto político para el año electo-ral; c) Causa AMIA. “Lo importante no era tener un juicio sino conocer la verdad”; d) Ante el Congreso: “No se va a reformar ninguna Constitución, quédense tranquilos”;
7) un comentario sobreimpreso en la foto: Impronta. La Presidenta habló 3 horas y 45 minutos pero no mencionó la inflación.

Como puede advertirse, la composición de ambas tapas es bastante homogénea, en cuanto al tipo de información, su estructura y número, todo lo cual facilita la compara-ción entre ambos materiales y la correspondiente búsqueda de diferencias y/o similitu-des.

2.2 Instrumentos y procedimientos
Recurrimos a la grilla de los actos del habla para estudiar los deseos en la posición del periódico al relatar. En ese sentido analizamos el valor semántico de dichos actos del habla y, también, su función según el contexto en que se despliegan. Asimismo, recu-rrimos a la grilla de relatos a los que, aun como escenas mínimas, tomamos como par-te de la argumentación del periódico. Para todo ello (detección de la posición de cada diario, análisis de la función, etc.) nos resultó orientador el análisis de la foto no solo por su valor icónico. Finalmente, utilizamos el diccionario y la distribución de frecuen-cias para el análisis de las palabras.

2.3 Análisis
2.3.1. Análisis de las fotos






Si bien ambas fotos son amplias es de mayor dimensión la de Página/12. Podemos hacer, pues, dos tipos de comparación. Por un lado, la foto de Página/12 muestra a CFK y, simultáneamente, a gente que aplaude y que arroja papelitos. La de Clarín, en cambio, solo la muestra a CFK, como si estuviera mirando a Néstor Kirchner. En esta última, además, parece más evidente el paso de los años en CFK así como los anillos y un reloj de oro. Estas diferencias pueden interpretarse como deseos A2, FG y O2 (combinación de festejo y muestras de afecto en un ámbito institucional) en la foto de Página/12 y LI y O1 (combinación de ostentación económica, paso del tiempo y comu-nicación con un muerto) en Clarín. Sin embargo, es interesante no solo cómo cada medio muestra a CFK, sino la posición desde la cual lo hace. Dicho de otro modo, el análisis de la foto permite advertir que en el acto de mostrar se pone en evidencia el sujeto que muestra. El fotógrafo de Página/12 mira como mira CFK, mira desde su misma perspectiva, en tanto el fotógrafo de Clarín la muestra desde (la vereda de) enfrente. En suma, la forma de mostrar a CFK pone de manifiesto la perspectiva del que informa. La otro foto que hemos mencionado en la muestra (la de Lanata) por su posición (en el sector superior de la tapa) parece expresar la posición de superioridad desde la cual se examina el conjunto.
Desde el punto de vista de los deseos, la escena desplegada al mostrar las fotos co-rresponde a FU en tanto señala la posición o lugar en que cada medio se coloca.

2.3.2. Análisis de los actos del habla
Comencemos por el análisis de los actos del habla de la tapa del diario Página/12.
El titular principal es una cita textual (A2) acompañada por una síntesis (A2) en el co-pete. En los 4 subtítulos también se reiteran las citas textuales (A2). La referencia a una nota sobre la Cámara de Nueva York corresponde a una síntesis (A2) y la anécdo-ta del violín, considerada globalmente, corresponde a una descripción de situaciones concretas (A2). En suma, en el conjunto de los actos del habla de la tapa de Página/12 prevalece el deseo A2 (citas, síntesis e informaciones concretas).
En cuanto a los relatos, contenidos como escenas mínimas al servicio de los actos del habla, detectamos 4 deseos: A2, A1, LI y O2. En efecto, el diario describe situaciones de intercambio entre instituciones, pugnas con el Poder Judicial, defensa ante los es-peculadores, logros económicos, búsqueda de la verdad de los hechos y ayuda a un joven que desea estudiar música. También tienen su lugar otros dos deseos, FG y FU. El primero de ellos se expresa, por un lado, bajo la forma de la manifestación de de-seos (dos citas textuales en que CFK dijo “quiero” y una referencia al joven que “quería estudiar música”). Cabe recordar que en un análisis previo (Plut, 2012) ya observamos la importancia de dicho verbo en la relatora. Por otro lado, el relato del joven músico que comienza en 2003 y concluye en 2013, parece enlazarse con uno de los subtítulos: “La década ganada” y que hace referencia a los números de estos 10 años. De este modo, el relato referido parece hacer de ejemplo (FG) de los números de esta década. En cuanto al deseo FU se expresa sobre todo en la posición que el diario le atribuye a la Cámara de Nueva York (guiño, interpretaciones optimistas) en lo que sería un víncu-lo amistoso, de colaboración y acercamiento.

Veamos ahora los actos del habla del diario Clarín. Aquí también hallamos sobre todo actos del habla A2 (afirmaciones, síntesis, informaciones y descripciones de hechos concretos, objeciones y citas textuales). Los relatos contenidos parecen ser expresión de los deseos A1 y LI, en el sentido de que CFK habló con intenciones políticas por el año electoral, desearía “avanzar” (avasallar) sobre el Poder Judicial y omitió los pro-blemas económicos. Respecto de la Cámara de Nueva York, por ejemplo, muestra la posición de sometimiento de Argentina. Asimismo, exhibe lo que serían contradicciones de CFK (habría dicho que no le pagaría a los fondos buitres y ahora afirmaría que sí lo va a hacer, o que no le interesa la justicia respecto del atentado a la AMIA).
También en este diario se advierte del deseo FG, aunque en este caso como compara-ción entre cantidades de las cualidades. Por ejemplo, al decir que habló mucho tiempo y no mencionó la inflación, o que sobró la soberbia pero faltó la gente.
En suma, ambos diarios combinan deseos A2 y FG (referencias concretas y exhibir un tipo de personaje) como si dijeran “mire lo que hace CFK”. A su vez, mientras Pági-na/12 parece acompañar el avance aventurero de CFK (FU), Clarín parece denunciar que miente (A1).

2.3.3. Análisis de las palabras
Luego de analizar las palabras con el diccionario del ADL, aplicamos a sus resultados las medidas descriptivas de la distribución de frecuencias correspondiente a las notas periodísticas de “política internacional”. La siguiente grilla muestra los percentiles resul-tantes:

Percentiles
Página/12
LI: 50
O1: 85
O2: 40
A1: 15
A2: 60
FU: 60
FG: 50


Clarín
LI: 40
O1: 80
02: 5
A1: 60
A2: 85
FU: 50
FG: 40

Página/12 tiene valores medios en cinco deseos (LI, O2, A2, FU y FG), valor bajo en el deseo A1 y valor alto en O1. Clarín tiene valores medios en cuatro deseos (LI, A1, FU y FG), valor bajo en O2 y valores altos en O1 y A2.
Hallamos semejanzas entre ambos periódicos, entonces, en cuatro deseos, tres de los cuales tienen valores medios (LI, FU y FG) y uno de los cuales tiene un valor alto (O1). Respecto de las diferencias, hay una diferencia leve para el deseo A2 y una diferencia importante para los deseos O2 y A1 (el primero es medio en Página/12 y bajo en Clarín y, a la inversa, A1 tiene un valor medio en Clarín y bajo en Página/12).
Respecto del deseo A2, reitero, puede interpretarse como una diferencia menor, que incluso podría deberse al azar, a lo cual cabe agregar que se trata de una muestra pe-queña (219 palabras en Página/12 y 163 en Clarín). Sin embargo, también conviene tener en cuenta que a pesar de ser una diferencia leve, uno de los valores es medio y el otro es alto (hipertrofia). Tal vez haya en Clarín un sobreesfuerzo por exhibir racio-nalidad y/o enfatizar el juicio crítico.
A partir de estos resultados podemos conjeturar que el valor alto para el deseo O1 (común a ambos periódicos) puede ligarse con el propósito de despertar crédito en los lectores. La diferencia en O2 (valor medio para Página/12 y muy bajo para Clarín) pa-rece corresponder a un mayor énfasis que el primero pone en el vínculo afectivo entre CFK y sus seguidores o el pueblo. A la inversa, la diferencia en A1 (bajo en Página/12 y medio en Clarín) puede expresar que este último da más cabida al intento de acusar y denunciar las acciones del Gobierno Nacional.

3. Segunda parte
3.1. Muestra
Tomamos dos notas, una de cada uno de los diarios. De Página/12 analizamos el artí-culo escrito por Mario Wainfeld y ubicado en la página 2. El autor hace un repaso ge-neral por el discurso de CFK, haciendo un análisis de cada uno de los temas principales que abordó extrayendo algunas conclusiones y conjeturas. La segunda nota analizada es la de Ricardo Roa (Clarín) quien solo menciona algunos de los temas tratados en el discurso y, en cambio, destaca algunas contradicciones, omisiones e intenciones de CFK. Cabe destacar que la nota de Wainfeld tiene el triple de palabras que la nota de Roa.

3.2. Instrumentos y procedimientos
Para esta segunda parte, también recurrimos a los instrumentos que permiten analizar los deseos en los actos del habla y relatos (grillas) y en las palabras (diccionario y dis-tribución de frecuencias). Sin embargo, en este caso no tomamos los relatos como parte de los actos del habla, es decir, como parte de la argumentación, sino como un nivel de análisis independiente cuyos resultados luego combinamos con los de los otros dos niveles.

3.3. Análisis
3.3.1. Análisis de los relatos

Relatos en la nota de Mario Wainfeld

I. 1) CFK propuso democratizar la justicia; 2) Anunció un proyecto de ley sobre el Poder Judicial; 3) No se reforma la Constitución
Deseos: A2
II. 1) En 1994 se creó el Consejo de la Magistratura; 2) Hay desigualdades entre las corporaciones repre-sentadas; 3) CFK anunció reglas de proporcionalidad para la participación de minorías
Deseos: A1 – A2
III. 1) Las medidas cautelares se usan abusivamente; 2) CFK denunció un “negoción”; 3) Propone elimi-narlas en los juicios contra el Estado
Deseos: A1 – LI – A2
IV. 1) Los jueces no pagan Impuesto a las Ganancias; 2) Hace unos años se frenó una ley por una acor-dada de la Corte Suprema; 3) CFK les pidió que restauren la igualdad
Deseos: A1 – A2
V. 1) La Cámara de Nueva York pidió precisiones sobre el pago a los fondos buitres; 2) CFK dijo que, por ley, se pagará igual que al resto de los bonistas
Deseos: LI - A2
VI. 1) CFK mostró conocimientos del caso AMIA; 2) Cuestionó a dirigentes judíos y a la Corte de los ’90; 3) Rechazó acusaciones por acuerdos nucleares con Irán
Deseos: A1 – A2
VII. 1) El expediente AMIA está parado hace años; 2) Para CFK lo peor que puede pasar es que no pase nada; 3) Se pregunta ¿cómo no intentar?
Deseos: A1 – FU
VIII. 1) Fue amigable con algunos opositores; 2) Criticó a otros
Deseos: FU – A2
IX. 1) CFK habló sin leer; 2) Dijo “garpar” por “pagar”; 3) Se disculpó por el lenguaje inapropiado
Deseos: A2
X. 1) Hay temas que no mencionó; 2) El Gobierno no los ignora; 3) CFK tiene iniciativa
Deseos: A2 – FU

En el conjunto de deseos, detectamos 4: A2, FU, A1 y LI. En cuanto a los deseos do-minantes, si bien estadísticamente el deseo A2 es el de mayor peso, conviene conside-rar que el cierre de la nota pone de manifiesto la importancia del deseo FU.
Analicemos, entonces, las escenas relatadas y la distribución en ellas de deseos y per-sonajes. Por un lado, las secuencias describen una triple posición de CFK: a) propone una reforma judicial que respete la Constitución y resuelva ciertas desigualdades, co-noce en profundidad el Caso AMIA (A2); b) omite ciertos datos de la realidad y utiliza términos inadecuados (A2); c) plantea proyectos ambiciosos para el futuro y asume riesgos políticos (FU).
Por otro lado, localiza dos tipos de rivales: a) aquellos que buscan ganancias económi-cas: los que hacen un “negoción” con el Estado, los jueces que no pagan el Impuesto a las Ganancias, los fondos buitres (LI); b) dirigentes, políticos y jueces que impidieron el avance de la justicia (A1).

Relatos en la nota de Ricardo Roa

I. 1) La gestión de CFK está en el peor momento; 2) Ella no cambia:
Deseos A2
II. CFK habló sobre todo del pasado; 2) Ante el Congreso usó opiniones como si fueran hechos; 3) Exage-ró los resultados
Deseos: A2 – O1 – FG
III. 1) No habló de la inflación; 2) Culpó a los gobernadores por la inseguridad; 3) Le pegó a sus rivales políticos
Deseos: LI – O1 – A1
IV. 1) CFK anunció un proyecto de reforma del poder Judicial; 2) Las diferentes propuestas terminan con la independencia judicial
Deseos: A2 – A1
V. 1) CFK reclamó que los funcionarios presenten declaraciones juradas; 2) ella aumentó 1000% su rique-za; 3) las denuncias por enriquecimiento ilícito fueron cerradas
Deseos: A2 – LI – A1
VI. 1) Una mujer con cáncer le escribió una carta; 2) Le dijo que era una lástima que no hubiera sido presidenta antes; 3) CFK dio a entender que se hubiera curado de cáncer
Deseos: LI – O2 – O1


El análisis de las secuencias narrativas de la nota de Roa muestra la presencia de seis deseos: O1, A1, A2, FG, LI y O2. Las prevalencias parecen corresponder, sobre todo, a los deseos A1 y O1.
Veamos las posiciones en que queda colocada CFK: a) es una política que no se auto-rectifica con la experiencia (A2); b) exagera sus logros (FG); c) tiene encubiertas in-tenciones políticas, quiere subordinar al Poder Judicial y recibe favores respecto de las denuncias en su contra A1); d) se han enriquecido enormemente (LI); e) miente y distorsiona la realidad (O1).
A su vez, los otros son: a) personajes sometidos o perseguidos (A1); b) cómplices (A1); c) una mujer enferma que se lamenta (LI + O2).

3.3.2. Análisis de los actos del habla
En primer lugar, observemos el valor semántico de los actos del habla desde una pers-pectiva paradigmática. En la nota de Mario Wainfeld prevalecen diversos actos del habla A2 (definiciones, información y descripción de hechos concretos, proyecto de acción, anticipaciones de hechos concretos, citas, objeciones y conjeturas, entre otros). En segundo lugar, encontramos actos del habla FU (en la gama de las localiza-ciones temporales y vocalizaciones en suspenso) y FG (ejemplos, énfasis).
La escena desplegada por quien relata es la de un sujeto racional, analítico, que respe-ta los hechos (A2) y que, además, genera interrogantes (FU). La función de dicho des-pliegue parece consistir en el deseo de mostrar (FG) aspectos similares en CFK (A2 y FU).
Una panorama parcialmente similar encontramos en la nota de Ricardo Roa: un núme-ro importante de actos del habla A2 (críticas, citas, generalizaciones concretas, obje-ciones, descripciones de situaciones concretas, conjeturas, entre otros) y, en menor medida, actos del habla FG (comparaciones metafóricas, ejemplos). En este caso, la tentativa de razonar, citar, etc. (A2) y de recurrir a ciertos ejemplos (FG) tiene la fun-ción de mostrar la arrogancia, contradicciones y mentiras de CFK.
Una primera comparación entre ambos hablantes muestra las semejanzas entre los deseos A2 y FG y una diferencia: en la nota de Roa no hallamos actos del habla FU.
No parece llamativo, pues, que en este nivel abunden los actos del habla A2, ya que son congruentes con la función de un medio periodístico consistente en informar sobre una realidad determinada y analizar los hechos.

3.3.3. Análisis de las palabras

Percentiles
M. Wainfeld
Página/12
LI: 60
O1: 65
O2: 50
A1: 30
A2: 65
FU: 50
FG: 40


R. Roa
Clarín
LI: 60
O1: 65
O2: 35
A1: 90
A2: 15
FU: 60
FG. 100


Con estos resultados podemos realizar diferentes contrastes en el nivel de las palabras: a) entre Wainfeld y Roa; b) entre Wainfeld y la tapa de Página/12; c) entre Roa y la tapa de Clarín.
En los percentiles correspondientes al artículo de Wainfeld vemos que todos los deseos tienen valores medios, mientras que en la nota de Roa hay 2 deseos con valores altos (A1 y FG) y uno con un valor muy bajo (A2). Estos tres deseos, pues, encuentran dife-rencias importantes con los guarismos de la nota de Wainfeld.
Entre la nota de Wainfeld y la tapa de Página/12 no hallamos diferencias importantes, aunque tal vez convenga mencionar que los deseos con valores extremos de la tapa (O1: 85; A1: 15) coinciden con el valor más alto y más bajo en la nota del autor.
En cambio, entre la nota de Roa y la tapa de Clarín sí advertimos algunas diferencias: (cambio leve en los deseos O2 y A1, cambio muy importante en los deseos A2 y FG). De estas 4 diferencias, en tres deseos la nota de Roa registra un aumento (O2, A1 y FG) y en uno una disminución (A2).

4. Discusión
Comenzaremos con el análisis de ambas tapas. Podemos combinar el análisis de los diferentes niveles en cada una de las tapas con la comparación entre ambos diarios.
Cada medio describe y sintetiza un suceso concreto (A2) y procura despertar el crédito en los lectores (O1) a través de exhibir una serie de atributos de CFK (FG). Asimismo, cada uno se coloca en una posición diversa (FU), acompañando (Página/12) o en co-ntra (Clarín). Para ello, mientras Página/12 sintoniza afectivamente con CFK (O2) y procura convocar la confianza y el amor (FU y O2), Clarín denuncia a la presidente (A1) y convoca la desconfianza y el sentimiento de injusticia (FU y A1).
Veamos ahora el análisis de las notas de los dos editorialistas a partir de combinar los resultados que arrojaron los tres niveles estudiados.
En los relatos de la nota de Wainfeld identificamos especialmente 4 deseos, dos de los cuales expresan la posición de CFK (A2 y FU) y los dos restantes a sus rivales (A1 y LI). Si los actos del habla expresan al sujeto complejo productor de la nota (periodista, reglas del periódico y línea editorial del mismo) (De Simone, et al.; 2012), en este caso dicho sujeto se posiciona del lado de CFK. A su vez, si el nivel de las palabras evidencia los deseos del propio periodista, advertimos que éste parece integrar la perspectiva de los diferentes personajes implicados en las escenas relatadas.
En la nota de Roa, si contrastamos los tres niveles de análisis, hallamos una semejanza significativa en cuanto a dos deseos en particular: A1 y FG, como si el diario y la posi-ción que atribuyen a CFK quedaran homologados en cuanto a los deseos vengativos y las exageraciones. En esta misma línea, podemos incluir el bajo valor que el deseo A2 tiene en el nivel de las palabras, lo cual parece concordar con la falta de autocrítica y ajuste a los hechos que le imputan a CFK.

5. Conclusiones
Para el estudio que realizamos en la primera parte tomamos en cuenta dos niveles de análisis, los actos del habla y las palabras, aunque para el primero de ellos también recurrimos a la grilla de escenas relatadas. En efecto, hemos tomado los relatos desde la perspectiva de los actos del habla, como argumentos para despertar el crédito en los lectores. Ello implica que además de considerar el valor semántico de los actos del habla, también estudiamos su función, lo cual requiere el análisis del contexto, en este caso, la tapa de los periódicos. Un lugar especial tuvo entonces la consideración de las fotos que ilustran las tapas de ambos medios, ya que ponen de manifiesto la perspec-tiva desde la cual habla cada uno. Mientras Página/12 relata desde una perspectiva en que se identifica con CFK, Clarín lo hace desde una visión crítica, opuesta, para lo cual recurre a interpretaciones sobre la realidad descripta. Si reunimos el análisis de las fotos con los restantes resultados, tal vez podamos avanzar algo más en esta distin-ción. En efecto, pareciera que el diario Página/12, identificado con la relatora (CFK) se dirige a los lectores (tal como se ve a CFK en la foto hablándole a los presentes). En cambio, el diario Clarín se presenta identificado con el rol de un opositor que, tal como en la foto, se dirige a CFK. Entre ambos diarios, pues, la diferencia posicional no com-prende solo a la adhesión y/o la crítica, sino también a la definición de quién es el in-terlocutor. Página/12 le cuenta al pueblo lo que presuntamente piensa y hace CFK, en tanto que el Clarín le dice a esta última lo que supuestamente piensa el pueblo.
En la segunda parte del estudio, hallamos que mientras Página/12 se posiciona desde la perspectiva de un sujeto racional y ambicioso, Clarín lo hace desde la configuración de un personaje vengativo y exagerado.
Si tratamos de conciliar los resultados de las dos partes de este estudio, tal vez poda-mos conjeturar que mientras Página/12 coloca a CFK en el lugar de representante del modelo A2, con quien se identifica, Clarín localiza a aquella como un doble hostil para el deseo A1.


Bibliografía
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Van Dijk, T.A.; (1990) La noticia como discurso, Ed. Paidós.

viernes, 1 de marzo de 2013

Derechos y acreencias

Sebastián Plut

“Primero me enseñasteis a mendigar,
y ahora me enseñáis cómo se responde a un mendigo”
(W. Shakespeare, El mercader de Venecia)

Introducción
Aquello que cada quien entiende por justo o injusto no se ciñe a las prescripciones del ordenamiento jurídico vigente, y no solo porque el universo de lo legal e ilegal en cada época es susceptible de interpretaciones divergentes que lo desalojan del altar de un procedimiento monolítico y homogéneo. Ejercer un derecho determinado es la manifestación de un conjunto de necesidades, elecciones y decisiones que expresan la serie de deseos e ideales que determinan, a su vez, una distribución posicional para el sujeto y los otros. Allí se entrecruzan, cuanto menos, cosmovisiones políticas y económicas que configuran eso que difusamente llamamos cultura y a la cual la subjetividad no se contenta con recepcionar y reproducir sino que, decididamente, también le imprime su sello.
El punto de partida en este texto está dado por mi registro de diferentes escenas en las que creo advertir un tipo específico de ejercicio del derecho que expresa una suerte de zeitgeist instituido por la hegemonía de las reglas del mercado.
No pretendo realizar una revisión de las leyes en uso sino un acotado análisis de la percepción que podemos tener sobre aquellas y de las expectativas que se generan en un contexto determinado. También intentaré mostrar que en una perspectiva miope del derecho su fracaso es inevitable, incluso anunciado. En suma, mi propósito es revelar que bajo la primacía del liberalismo económico, el derecho y la justicia –como práctica y valor respectivamente- quedan reducidos y simplificados. No resultan eficaces en la anticipación y la prevención, no logran evitar la repetición de ciertos sucesos y, en el mejor de los casos, solo operan como determinantes de un castigo pero con una función cuasi nula en la cohesión social.

Libertad y justicia
Combinemos dos afirmaciones de Freud. En Psicología de las masas y análisis del yo señaló:

“Lo que más tarde hallamos activo en la sociedad en calidad de espíritu comunitario, esprit de corps, no desmiente este linaje suyo, el de la envidia originaria. Ninguno debe querer destacarse, todos tienen que ser iguales y poseer lo mismo. La justicia social quiere decir que uno se deniega muchas cosas para que también los otros deban renunciar a ellas o, lo que es lo mismo, no puedan exigirlas. Esta exigencia de igualdad es la raíz de la conciencia moral social y del sentimiento del deber… El sentimiento social descansa, pues, en el cambio de un sentimiento primero hostil en una ligazón de cuño positivo, de la índole de una identificación. Hasta donde hoy podemos penetrar ese proceso, dicho cambio parece consumarse bajo el influjo de una ligazón tierna común con una persona situada fuera de la masa” (1921, págs. 114-5).

Años más tarde, en El malestar en la cultura sostuvo:

“La libertad individual no es un patrimonio de la cultura. Fue máxima antes de toda cultura; es verdad que en esos tiempos las más de las veces carecía de valor, porque el individuo difícilmente estaba en condiciones de preservarla. Por obra del desarrollo cultural experimenta limitaciones, y la justicia exige que nadie escape a ellas. Lo que en una comunidad humana se agita como esfuerzo libertario puede ser la rebelión contra una injusticia vigente, en cuyo caso favorecerá un ulterior desarrollo de la cultura, será conciliable con esta. Pero también puede provenir del resto de la personalidad originaria, un resto no domeñado por la cultura, y convertirse de ese modo en base para la hostilidad hacia esta última. El esfuerzo libertario se dirige entonces contra determinadas formas y exigencias de la cultura, o contra ella en general. No parece posible impulsar a los seres humanos, mediante algún tipo de influjo, a trasmudar su naturaleza en la de una termita: defenderá siempre su demanda de libertad individual en contra de la voluntad de la masa. Buena parte de la brega de la humanidad gira en torno de una tarea: hallar un equilibrio acorde a fines, vale decir, dispensador de felicidad, entre esas demandas individuales y las exigencias culturales de la masa; y uno de los problemas que atañen a su destino es saber si mediante determinada configuración cultural ese equilibrio puede alcanzarse o si el conflicto es insalvable” (1930, pág. 94).

Estas citas sintetizan la concepción de Freud sobre el antagonismo entre las exigencias pulsionales (individuales) y las restricciones impuestas por la cultura y, en ese marco, contrapone dos valores: libertad y justicia. Claro que la irreductibilidad de ambos antagonismos determina el carácter transitorio y frágil de las soluciones que podemos alcanzar y la experiencia histórica nos muestra el peligro de pretender eliminar alguno de los términos en disputa. El siguiente cuadro sintetiza las expresiones en conflicto:

Mercado vs. Comunidad
Contrato vs. Derecho
Libertad vs. Justicia
Consumidor vs. Ciudadano
Egoísmo vs. Restricción del narcisismo
Envidia vs. Ternura
Privado vs. Público

Mientras la libertad se caracteriza por la dimensión positiva del derecho (como cuando alguien dice “yo tengo derecho a…”) la justicia parece enfatizar su componente negativo (restricción) (1). Veamos un ejemplo de la actualidad correspondiente a la decisión por medio de la cual el Gobierno Nacional implementó el denominado Fútbol para todos (y no me anima al elegir este ejemplo una personal pasión por el fútbol). Desde el punto de vista de la libertad, aquella decisión política cobra relevancia en la medida en que permite que todos puedan ver por televisión los partidos de fútbol. Desde el punto de vista de la justicia, en cambio, su valor radica en que se suprime una posición (abusiva e innecesaria) de privilegio. Dicho de otro modo, la contribución social principal que se consuma de ese modo no deriva de que más gente ve fútbol sino de que ya no es solo poca gente la que puede hacerlo.
En un sentido similar entendemos que la esencia de la ley penal no se agota en su capacidad para castigar (de hecho, si no hubiera leyes podríamos castigarnos sin problema) sino en su función en la inhibición del sadismo vengativo. Por esa misma razón la aplicación de la ley siempre se nos presenta como insuficiente, no solo por sus fallas sino por su naturaleza misma. Así, cuando soy agredido de algún modo, la ley me ampara para actuar en contra del agresor pero, fundamentalmente, reemplaza mi afán vengativo (y en esa sustitución este último queda acotado, morigerado) (2).
Freud describió al derecho como poder de la comunidad, como unión de muchos débiles y de potencia desigual para enfrentar el despotismo del más fuerte (o bien la violencia individual) (3). Si el poder de los débiles consiste en la denegación de la prevalencia del más fuerte, no se trata simplemente de una lucha de muchos contra uno, sino de la lucha contra el propio impulso de prevalecer. La justicia, por lo tanto, tiene siempre un sedimento de hostilidad y es contra su resurgimiento que ha de dirigir sus esfuerzos.

Egoísmo y acreencia
Egoísmo. La expresión homo economicus designa al sujeto que el liberalismo económico supone que opera (o debería hacerlo) en el mundo. La sociedad, así, es una suma de agentes individuales racionales y egoístas cuyas características son:

- ordenan sus elecciones en términos de preferencias;
- tienden a maximizar el beneficio;
- compiten inevitablemente por los recursos finitos;
- el ámbito optimo es el mercado;
- el valor supremo es la libertad (de mercado) entendida como ausencia de coerción (estatal).

En otras ocasiones cuestioné la validez teórica de esta concepción del sujeto pues no refleja la realidad de los hechos concretos al desestimar un gran número de variables de la subjetividad. Sin perjuicio de esta crítica revisemos la eficacia de un paradigma que puede despuntar al momento de pensar y definir prácticas políticas, económicas, laborales, jurídicas, etc. Por ejemplo, el argumento que dice que para reducir el delito es conveniente endurecer las penas supone que quien delinque hace una suerte de cálculo de costos y beneficios a partir del cual decide si comete o no el ilícito. En síntesis, implícitamente, esta cosmovisión comprende un conjunto de presupuestos teóricos acerca del modo en que actuamos, pensamos y/o decidimos los seres humanos (4).
El problema inmediato que sigue a la defensa del egoísmo/individualismo es la medida de su compatibilidad con la justicia social. Según Dupuy (1998), aunque los teóricos liberales imaginan una sociedad sin sacrificio ni envidia, el mercado no puede armonizar los narcisismos individuales y egoístas.
Llamaré egoísmo, entonces, no tanto a ese sector de las pulsiones de autoconservación que posibilita el registro de las propias necesidades y que se combina con la investidura de interés, sino a la búsqueda de una satisfacción que, finalmente, pierde de vista la autopreservación individual y/o grupal.

Acreencia. Tomándome cierta licencia sobre las exigencias etimológicas, pero aprovechando la doble acepción del término crédito (que nos remite a la economía y a la credulidad) interpretaré el vocablo acreencia (que designa la posesión de un crédito) como una creencia precedida del alfa privativa (a), es decir, como si significara sin creencia. Bajo determinadas condiciones, entonces, nos figuramos al acreedor como un sujeto que confía en una mentira (propia o ajena), como el tenedor de un tipo de poder fundado en la ficción de que algo le corresponde porque otro se lo debe dar. El acreedor, pues, no es quien asume una obligación de pago, sino quien, en una escena intersubjetiva, ostenta la posición de ejercer un derecho al tiempo que atribuye al otro una deuda.
Hace más de medio siglo, en un programa radial Groucho Marx dramatizaba a un jefe que le dice a su empleado: “no se olvide que el cliente siempre tiene razón”. Su empleado, entonces, le pregunta: “¿eso quiere decir que yo siempre me tengo que equivocar?”. Esta breve escena humorística describe de manera absurda la posición de un cliente al que se le hará creer que tiene un poder o que merece algo y que, por lo tanto, podrá reclamar o quejarse. En suma, el sujeto del mercado (cliente) es quien en lugar de asumir una obligación, ilusoriamente se hace acreedor de un derecho (5).

Restricción del narcisismo
El desarrollo cultural y la cohesión comunitaria exigen de aquello que Freud denominó renuncia pulsional y restricción del narcisismo (1915, 1921). Estos procesos, que se consuman no sin dejar un resto de furia difícil de tramitar, se realizan a partir de las ligazones libidinales (ternura). También sostuvo que la comunidad de intereses –lo que hoy llamamos el mercado- no podría llevar por sí misma a la tolerancia y convivencia recíprocas por más tiempo que el que dura la ventaja inmediata que se obtiene de la colaboración del otro. Más aun, agregó que esperar que los intercambios económicos contribuyan al desarrollo ético es una expectativa falsa toda vez que los individuos ponen en primer plano sus propios intereses para satisfacer sus deseos (6). Así, la cooperación mutua da lugar a las ligazones amorosas en tanto se sostengan en una meta que vaya más allá de lo meramente ventajoso. La ternura referida, pues, consiste en aspiraciones sexuales de meta inhibida, no susceptibles de una satisfacción directa.
¿Qué lugares puede tener el mercado –o la comunidad de intereses- en el marco de una sociedad? En principio, entiendo que puede haber al menos tres alternativas: que sea hegemónico, que esté subordinado o contenido (7) o bien que no esté integrado. La primera opción supone su predominio tal como ocurre en una economía neoliberal con la entronización del ideal de la ganancia. En el segundo caso, estamos ante una sociedad que antepone la regulación de vínculos de semejanza por sobre la lógica de la competencia entre individuos aislados. Finalmente, si el mercado no está integrado puede ocurrir que se desarrolle de modo clandestino.
El vínculo con el semejante supone darle cabida a la afinidad en la diferencia como reaseguro contra dos riesgos extremos: la reducción de lo diverso a lo idéntico (por un arrasamiento nivelador de las diferencias) y la supresión de toda afinidad (exclusiones expulsivas). La tendencia a la unión –entendida como el encuentro de lo afín pero diferente- es un modo de neutralizar la fuerza de la disgregación y de la violencia.
Se comprende así que el ideal de la ganancia se corresponde con la aversión orgánica de lo diferente a menos que su enlace con otros deseos e ideales (verdad, orden, belleza) pueda dotar al dinero de un sentido psíquico y comunitario. Cuando el dinero deja de ser complementario de alguno de los otros proyectos solo conserva su empleo especulativo, que rápidamente se vuelve tóxico toda vez que carece de sustento en una labor productiva. Dice Maldavsky:

“El ideal de la ganancia solo es expresión del plus de placer inherente a los procesos pulsionales, y por sí mismo carece de significatividad si no es articulado con alguno de los antedichos (verdad, belleza). Por lo tanto, cuando la ganancia prima como ideal, entonces los procesos identificatorios quedan abolidos, o no se constituyen” (1991, pág. 284).

Podemos aventurar la hipótesis de que el mercado (como el espacio natural de individuos racionales y egoístas) no promueve sino identificaciones rudimentarias.

El reclamo de excepción
La expresión ejercicio del derecho, utilizada al comienzo de este trabajo, indaga en una modalidad subjetiva (y vincular) que podemos incluir en los estudios psicoanalíticos sobre el carácter, toda vez que Freud subrayó “la sugerente analogía entre la deformación del carácter tras un prolongado achaque en la infancia y la conducta de pueblos enteros que tienen un pasado de graves sufrimientos” (1916, págs. 320-1). Dicho de otro modo, los rasgos caracterológicos probablemente nos brinden algún material valioso para los estudios psicosociales.
En el texto citado, Freud desentraña el sentido del rasgo de carácter correspondiente a los sujetos que exigen ser “excepciones”. Son personas que no consienten fácilmente en renunciar a una satisfacción placentera y pretenden justificar tal pretensión de privilegios:

“Dicen que han sufrido y se han privado bastante, que tienen derecho a que se los excuse de ulteriores requerimientos, y que no se someten más a ninguna necesidad desagradable pues ellos son excepciones y piensan seguir siéndolo… Los privilegios que ellos se arrogaron por esa injusticia, y la rebeldía que de ahí resultó, habían contribuido no poco a agudizar los conflictos…” (op. cit., pág. 320).

Freud describe muy brevemente un par de casos clínicos y añade un comentario sobre el monólogo inicial de Ricardo III, de Shakespeare. Este agregado resulta interesante pues no solo confirma el nexo causal ya mencionado sino que incorpora un nuevo elemento de análisis: la simpatía que nos despierta el personaje revela, más allá de las virtudes literarias del autor, que dentro nuestro también habita un Ricardo III, un acreedor que espera ser resarcido por antiguos padecimientos:

“exigimos total resarcimiento por tempranas afrentas a nuestro narcisismo, a nuestro amor propio… ¿Por qué nacimos en un casa burguesa y no en el palacio del rey? Eso de ser hermosos y distinguidos lo haríamos tan bien como todos aquellos a quienes ahora tenemos que envidiar” (op. cit., pág. 322).

En síntesis, Freud describe un personaje específico y, además, las condiciones de identificación con aquél (8).
El reclamo de privilegios queda disfrazado en una argumentación que transformó una desventaja (diferencia) en una vivencia de injusticia que exige una indemnización. Dicha vivencia toma el carácter de una reivindicación por cuanto el sujeto supone que carece de algo que le es propio y le ha sido sustraído. Los ejemplos de Freud localizan la desventaja/injusticia en los achaques de la infancia (enfermedades, etc.) y acaso se nos pregunte dónde hallamos su equivalente en el egoísta/acreedor.
Pues bien, el mercado nos dice “usted puede” (en artificial apelación a la potencialidad), alimenta nuestro egoísmo y luego reclamamos como acreedores de aquello sobre lo cual creíamos tener una posibilidad o derecho. La vivencia de injusticia es la conclusión necesaria de aquello que creímos poder y que disfraza la impotencia del egoísmo. El derecho que reclama el mercado es el del egoísmo del mercader, se funda en él y lo ceba, con lo cual crea una sociedad de acreedores. Lo vivido como injusto es no haber podido satisfacer mi egoísmo cuando me hicieron creer en su potencia.
La sociedad entendida meramente como un conjunto de egoísmos ilusionados por el mercado deviene irremediablemente en muchedumbre de narcisismos dispersos y afrentados que reclaman como acreedores que, retroactivamente, construyen una escena de injusticia.
Observemos en unas breves viñetas organizacionales en qué consiste la ficción de poder, ese palacio del rey que nos promete el mercado (9).
1. Una persona me cuenta que donde trabaja leen un libro que se llama “Usted puede ser emprendedor”. Si bien el título parece invocar sus potencialidades, advierto que ella siente que “debe ser emprendedora”. Es decir, se le impone al individuo que quiera ser como la compañía le exige ser.
2. Otra persona, de alto cargo en una multinacional, se refirió a una encuesta de evaluación de desempeño que, año a año, reiteraba la misma pregunta: “¿En qué puedo ser mejor el año próximo?”. Con cierto agotamiento, comentó: “estoy cansado de tener que ser mejor todos los años”.
3. Un joven, deseoso de progresar en la empresa, se encontraba preocupado por la decisión del directorio de despedir a un tercio del personal. En una reunión, uno de los directivos explica que “al que agregue valor, no lo vamos a despedir”. Los hechos fueron mostrando que esa consigna ni estaba clara ni era un motivo para no perder el empleo.
4. En un banco sus empleados decían “yo soy el banco” mientras nunca decían “soy bancario”. Pienso que así desmentían la diferencia entre bancario y banquero. Sin embargo, en ocasión de una fuerte crisis del sistema financiero, un empleado afirmó: “yo antes decía ‘soy el banco’, ahora digo que soy el gerente de la sucursal” (10).

¿Por qué razones ciertas empresas se proponen insistentemente motivar a los empleados? Si tales empresas ofrecen trabajos modernos, con modos de gestión sofisticados y condiciones atractivas ¿por qué es necesario motivarlos crónicamente? Hallamos tres respuestas no excluyentes: porque el placer de tales trabajos es sólo una suerte de glamour superficial y vacío; porque el tipo e intensidad de exigencias diarias calcinan cualquier deseo; porque los cursos o programas más que motivar encubren un deber ser. En suma, si los movilizados del mayo francés exclamaban “la imaginación al poder”, el neoliberalismo reenvió “el poder a la imaginación” en un gran número de ciudadanos.

Las injusticias cotidianas y sus fracasos
Previamente sostuve que la aplicación de la ley siempre tiene un carácter insuficiente en tanto deja un resto no resuelto. Claramente, el funcionamiento legal no puede sino ser asintótico respecto de cualquier ideal ético o normativo. Por ejemplo, si hay un homicidio ningún castigo restablece el estado anterior o si vemos un juicio a algún represor de la dictadura, nos enteramos que es condenado por una cantidad limitada de crímenes y, probablemente, menor a los que cometió o, aun con la máxima pena que pueda aplicarse a una persona involucrada en un delito, nunca podrá quedar enteramente satisfecha nuestra hostilidad.
Igualmente, no es dicha insuficiencia el problema que incluyo bajo la idea de fracasos. Frecuentemente leemos o escuchamos en los medios las noticias sobre alguna tragedia y, en particular, a las víctimas (o sus familiares) reclamando justicia por el dolor padecido. Este dolor requiere rápidamente de un culpable y, en algunas ocasiones, ese mismo dolor se pretende como prueba suficiente o, también, conduce a (e intenta justificar) actos vengativos. Sin cuestionar ni desestimar las denuncias por situaciones abusivas o injustas, es preciso advertir que, por válidas que sean, solo corresponden a una práctica limitada de la justicia y son ineficaces para que se modifiquen las prácticas sociales.
Si intentamos echar alguna luz que ilumine algo más de cerca las raíces del árbol de causas de la injusticia, también allí encontraremos la fuerza de la entronización del mercado cuyo brillo encubre una desmentida del ordenamiento jurídico anterior a aquellos reclamos. Conviene citar aquí una observación de Dejours cuando describe la ineficacia de la protesta de los opositores al neoliberalismo:

“La acción directa de la denuncia es impotente, porque choca con la imposibilidad de movilizar a la parte de la población que sí adhiere al sistema. Sus acciones y manifestaciones pueden llegar a ser eficientes, pero de muy poco alcance en tanto no logren articularse con un proyecto político alternativo estructurado y creíble… Habría que reemplazar el objetivo de la lucha contra la injusticia y el mal por una lucha intermedia, que no está directamente dirigida contra el mal y la injusticia sino contra el proceso mismo de banalización” (2006, pág. 131).

Creo interpretar bien al autor si digo que la población que sí adhiere al sistema se caracteriza por un estado de apatía cívica del que solo puede salir al atravesar una circunstancia de alto nivel de dolor que la lleva al reclamo de justicia, tan justificado y necesario como tardío y empobrecido. La justicia así no se realiza según lo que observamos, por ejemplo, en las hipótesis de Freud, sino que se busca cuando su ausencia ya produjo algún estrago. Esto es, solemos operar como reclamadores tardíos ante la injusticia (o, mejor, ante sus consecuencias empíricas) en tanto el derecho no parece configurar un ordenamiento al que todos debemos ajustarnos. De ese modo, la eficacia del sistema legal queda reducida a la percepción (objetiva o no) de algún tipo de injusticia ya consumada. El complemento de ello es que la ley solo es el recurso para sancionar un castigo (o esquivarlo) y no tanto la prescripción de restricciones que contribuyan a mejorar las condiciones de vida del conjunto. Ante la ocurrencia de un daño, su secuela es la creación de un tipo de unidad, grupal o comunitaria, pero que nos permite también inferir que su precuela es la ausencia de dicha unidad.
Bajo esta concepción del derecho solemos quedar impotentes ante la irresponsabilidad ajena, sobre la cual avanzamos a posteriori cuando el perjuicio ya se consumó, y ciegos de nuestro propio masoquismo. El egoísmo de la autosatisfacción (y no autopreservativo) conduce a acciones en busca de un placer que no adviene y cuya ausencia se vivencia como estados de tristeza y resentimiento. Si el derecho queda reducido a la idea de un contrato, su valor práctico solo se advierte en las ocasiones en que se trata de un “contrato incumplido”.

Inseguridades
Una de las derivaciones que siguen al sentimiento extendido de inseguridad es la construcción de un personaje social, la víctima, a quien se llega a idealizar e, incluso, algunos hasta denominan héroes, aunque no por sus acciones pasadas sino por los abusos que padeció. Actualmente, pareciera que resulta insoportable (inadmisible) pensar en la posibilidad del azar y de los accidentes al tiempo que se difunde un estado de sospecha y desconfianza permanentes y las culpas no requieren ser demostradas sino solo confirmadas (y nunca refutadas) (11).
El problema de la inseguridad suele asociarse con los sucesos de violencia social y, en gran parte del imaginario popular, con los jóvenes de estratos más vulnerables. Aquello que queda representado por cada uno de estos términos (inseguridad, violencia y juventud vulnerable) pero, sobre todo, por su mutua imbricación, exhibe una complejidad cuyo análisis excede el marco de este trabajo y sobre lo cual escribí en otras ocasiones (2007, 2012a, 2012c) (12). De todos modos, el foco de lo que expongo ahora, si se quiere, la perspectiva desde la que estoy estudiando aquí la desocialización, no es la de los excluidos sino, más bien, la de aquellos que aspiran a una precaria identificación bajo el paraguas del ideal de la ganancia y que, aun de otro modo, también padecen formas del desamparo que, sin embargo, pueden hasta defender (13).
Como ha demostrado Castel (2004) la sensación de inseguridad en las sociedades modernas no es exactamente proporcional a los peligros que las amenazan. Más bien, cuanto mayor es el deslizamiento hacia una sociedad de individuos (¿sociedad anónima?) más se constituye en terreno fértil de la inseguridad por su incapacidad para asegurar su protección. Históricamente, las protecciones se han construido sobre la combinación entre la propiedad privada y el Estado social. La primera permite que el individuo pueda prescindir del prójimo ante las contingencias de la existencia (enfermedad, accidente, etc.) aunque si bien ello torna innecesario lo social no deja de instalar una paradoja:

“En estas sociedades de individuos, la demanda de protección es infinita porque el individuo en tanto tal está ubicado fuera de las protecciones de proximidad, y no podría encontrar su realización sino en el marco de un Estado absoluto. Pero esta misma sociedad desarrolla simultáneamente exigencias de respeto de la libertad y de la autonomía de los individuos que no pueden realizarse más que en un Estado de derecho” (op. cit., pág. 31).

La disociación social, inherente a los individuos que reclaman para sí la máxima libertad y autonomía sin un Estado social, es una fuente de intensos sentimientos de inseguridad que no son sino el retorno de lo desestimado por el imperio de la lógica del mercado (14). Esta última quiere creer que es posible una convivencia tolerante bajo la autorregulación de los egoísmos, como si todos fuéramos iguales, pero tal convivencia se revela inalcanzable ya que la hostilidad no encuentra un freno en la dispersión de los idénticos. El vínculo entre semejantes, por el contrario, da cabida a la diferenciación y la interdependencia (15).
Volvamos al inicio de este artículo cuando cité a Freud. Si pensamos la justicia exclusivamente desde la perspectiva restringida de un derecho individual, que no solo protege sino que alimenta el egoísmo, aquella justicia queda tullida para alcanzar el íntimo objetivo de neutralizar la envidia.

Conclusiones
Hacia fines del Siglo XX, la antigua tradición weberiana fundada en el espíritu de capitalismo parece haber decantado hacia un capitalismo del espíritu que expandió la lógica económica del mercado sobre los diferentes ámbitos de la vida y del intercambio social. Cuando aquella lógica rebasa sus propios límites nos hace creer que ejercemos ciertos derechos cuando solo nos dispara la ilusión de tener un poder que, a lo sumo, nos ofrece la ocasión de sentirnos acreedores. En este rol el ciudadano no entiende su derecho como denegación de ciertos privilegios sino, únicamente, como un bien privado. Claro que, finalmente, el sujeto queda privado de sus más genuinos derechos por lo que solo le resta reclamar por la injusticia padecida. El sujeto egoísta-acreedor solo posee la envidia resultante de haberse sacrificado, es decir, de haber entregado lo propio y luego reclamarlo como ajeno.
El acreedor, en el sentido que le he dado en este artículo, representa la superficialización del derecho y la simplificación de su sentido. Reducida la justicia a la forma de un contrato, el usuario-ya-no-ciudadano en el mejor de los casos se colocará en la posición de un merecedor, no obstante podrá devenir un mercader o, incluso, un mercenario.
A riesgo de exponer una visión algo empobrecida de lo desarrollado hasta aquí, podemos sintetizar los caminos por medio de los cuales el mercado no promueve la cohesión social sino una suma de sujetos colocados en la posición de excepción: 1) fortalece el egoísmo y el individualismo; 2) enfatiza el ideal de la ganancia (económica) y persuade en cuanto a que todos podríamos alcanzar los privilegios que satisfacen sin fin nuestro egoísmo; 3) al cabo, exhibe que solo unos pocos pueden acceder a aquellas posiciones privilegiadas; 4) finalmente, arroja una vivencia de injusticia (muchas veces muda).
Otra consecuencia es lo que podría llamar la práctica de la reconvención banalizante y que se hace manifiesta cuando en nuestra reflexión crítica de determinadas situaciones: 1) enfatizamos el lamento por lo ocurrido; 2) nos ponemos admonitorios desde lo que presuntamente debería ser; 3) nos implicamos solo como si fuéramos ajenos; 4) no nos ocupamos de comprender con mayor razonabilidad y profundidad cómo se llegó a tal estado de situación. En ese contexto, es frecuente que se expresen frases tales como “tenemos que…”, pero que lejos de configurar un compromiso concreto con un proyecto a futuro solo funcionan como soborno al superyó propio y/o ajeno. Esto es, como si el deber ser se agotara y satisficiera en su sola y misma proclama.
El reverso de la inverosimilitud de todo accidente o contingencia es la imposibilidad de imaginar, al menos en cuanto pensar el futuro según lo que podría ser (16). Es decir, el futuro únicamente opera como el momento en que se sancionará lo que debió haber sido o, lo que es lo mismo, solo resta como período de reivindicación.
En tanto el deseo de justicia quede reservado para el ámbito del egoísmo, parece no tornarse fácilmente disponible con excepción de las circunstancias dolorosas y traumáticas que convocan su despliegue. Claro que ya allí hace falta una víctima y aquel deseo solo se presenta en su versión disfórica. De este modo lo eficaz no es una concepción amplia y abarcativa de la justicia sino un sentimiento restringido de injusticia. Si Freud (1916) advirtió la eficacia del sentimiento de culpa en aquellos que fracasan al triunfar, el análisis que hemos hecho nos muestra la vigencia del egoísmo y la envidia de los que triunfan al fracasar.

Notas
(1) Utilizo aquí el término negativo en un sentido similar al que le dio Freud cuando afirmó que la neurosis es el negativo de la perversión.
(2) Quizá el juzgar sea un imposible que se suma a los restantes tres que mencionó Freud (gobernar, curar y educar).
(3) Tal vez pueda establecerse algún parentesco con la idea de Aristóteles según la cual no es justo tratar de modo desigual a los iguales ni de forma igual a los desiguales.
(4) De allí sostengo, también, que la ciencia de base de los intercambios económicos es el psicoanálisis. ¿Acaso no hallamos su evidencia en el uso habitual de expresiones tales como racionalidad y egoísmo, pánico, creencia, confianza, descrédito, depresión, entre otras?
(5) Las estadísticas muestran que a partir de la década del ’90 los juicios por mala praxis en salud tuvieron un incremento notable (Marquevich, 2012). Podemos suponer que dicho aumento expresa, al menos en parte, una mayor conciencia de los pacientes sobre los derechos que los asisten. Sin embargo, también podemos hacernos otras preguntas. Por ejemplo, ¿cuál es la relación entre la mayor cantidad de juicios y los procesos de privatización de la salud, por un lado, y de precarización de la salud pública por otro? Es decir, ¿en qué medida los pacientes denuncian una mala práctica y en qué medida, más bien, reclaman como clientes que siempre tienen razón?
(6) Como dicen los teóricos de la acción colectiva, la racionalidad individual conduce a la irracionalidad colectiva.
(7) En el doble sentido de incluido y acotado.
(8) Assoun (2001) entiende que la excepcionalidad consiste en la (auto)idealización del perjuicio. Se trata de sujetos que consideran haber ya dado e, incluso, más de lo que les correspondía.
(9) Una conocida publicidad anunciaba que “pertenecer tiene sus privilegios”, en cuyo caso el sentimiento de pertenencia es condicionado por la posesión de privilegios.
(10) La referencia “bancario” suponía una pertenencia gremial, mientras que “soy el banco” implica que es la propia empresa la que opera como soporte identitario. Esta alteración (de bancario a banco) sostenida en la desmentida es correlativa de un proceso regresivo de degradación del ideal del yo. Por un lado, pues la pertenencia a la “clase bancario” es más abarcativa que la pertenencia al banco (de hecho, en este último caso no se aplica la noción de clase o conjunto). Por otro lado, el proceso identificatorio en juego conduce –regresivamente- a una posición de ilusoria omnipotencia narcisista en la cual el sujeto “es” la empresa. Para decirlo de otro modo, cuanto menos el sujeto se supone miembro de un conjunto, más supone ser él mismo el conjunto o clase.
(11) Al estudiar la negación de la muerte Freud sostuvo que “por lo general, destacamos el ocasionamiento contingente de la muerte, el accidente, la contracción de una enfermedad, la infección, la edad avanzada, y así dejamos traslucir nuestro afán de rebajar la muerte de necesidad a contingencia” (1915, pág. 291). Si naturalmente nos negamos a admitir la inevitabilidad de la muerte, la lógica acreedora impone aun otra perturbación del pensar ya que no solo nos inclinamos a considerarla una contingencia sino a sospechar que tras ella siempre sobrevuela una injusticia.
(12) El debate sobre la sensación de inseguridad alterna entre quienes sostienen que su aumento se explica por el incremento de los delitos mientras otros afirman que es producida por los medios y no refleja el índice de criminalidad. Respecto de la primera perspectiva, es necesario definir cuáles son los delitos incluidos en la estadística, ya que no suelen mencionarse, por ejemplo, los económicos (estafas, quiebras fraudulentas, evasión, etc.) o las muertes por cierres de hospitales, entre otras alternativas. Igualmente, un mayor número de delitos no elimina la hipótesis de un clima social alimentado por los medios de comunicación. Por otro lado, y aun sobre los nexos entre violencia social e inseguridad, podemos también invertir la dirección del vector de enlace: es probable que el aumento de la inseguridad social también sea determinante de sucesos de violencia; la fragilidad de la cohesión social podrá colocarse razonablemente como un estado que dispone a una mayor violencia. Si como dice Freud, la culpa pide un delito, ¿por qué no estimar un nexo similar para el sentimiento de inseguridad? Asimismo, la inseguridad también tiene otros orígenes, ajenos a los delitos concretos o a su difusión periodística (problemas ambientales, económicos, etc.). A su vez, considero que el avance creciente en la conciencia sobre la diversidad también sustenta, en parte, la percepción transitoria de amenazas múltiples.
(13) Sobre este tipo de desamparo me ocupé en un trabajo anterior (Plut; 2012b). Véase también Dupuy (2005) y Sennett (1998).
(14) Imagino una caricatura que muestra un excluido reclamando por trabajo y, a su lado, un ejecutivo de cuentas de una gran corporación exigiendo la continuidad de los cursos de motivación.
(15) Castel concluye que “fue cierta domesticación del mercado lo que, en gran medida, permitió vencer la inseguridad social” (op. cit., pág. 118).
(16) Veamos el alcance de esta interferencia en un campo distante del que he considerado. En los filmes de espías, históricamente, veíamos que usaban instrumentos sofisticados y a la vez inexistentes que nos hacían fantasear con el futuro tecnológico. Hoy, en cambio, utilizan tecnologías de avanzada, pero que no solo ya existen sino que forman parte de la estrategia comercial de las empresas que las venden. En lugar de estimular la fantasía (y la creatividad) el cine hoy nos muestra lo que podríamos comprar.

Bibliografía
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