Sebastián
Plut
Fue
en un mismo acto, a través de las redes sociales, que me ¿enteré? de una carta
que el Papa le habría enviado a CFK pero que tal carta era trucha, falsa y de
“mala leche”.
Mi
primera reacción fue descreer de la presunta inautenticidad de la carta, y no
solo porque la ¿información? que me llegaba vía redes sociales era de Clarín.
Me resultaba francamente inverosímil la posibilidad de una carta falsa.
No
alcanzaría con considerar que “el Gobierno miente” para creer que es “verdad”
que “la carta es mentira”. Habría que imaginar, sobre todo, que CFK es tonta.
Si no, ¿cómo creer que se animaría a publicitar una carta del Papa que este no
envió?
Entonces
pensé: no solo la tratan de “mentirosa” a CFK sino que también piensan que es
“boluda”. Suponer que ella se expondría mostrando una carta falsa es, ni más ni
menos, que tomarla por descerebrada.
Pero
después reconsideré la situación. No la están tratando de idiota, pues ningún
medio opositor es tan bobo de creer que ella es boba. Entonces, ¿en qué
consistió todo esto?
Se
trata de una operación cuyo destinatario es el Gobierno Nacional pero que se
ejecuta sobre el propio lector (en este caso de Clarín). En efecto, el Gobierno
sabe la realidad (veracidad de la carta) y en todo caso decide si refuta o no
(y de qué modo) las versiones del diario.
Se
advierte entonces que el modo de atacar al Gobierno consiste en:
a)
la atribución de ciertos rasgos a uno o más funcionarios del oficialismo;
b)
una afectación cognitiva sobre sus propios lectores (por medio de una
tergiversación de la realidad);
c)
la configuración de la propia posición desde la cual se habla (o escribe).
Comencemos
por esto último.
Clarín
habla como un medio opositor. ¿Es eso un problema? Sí. ¿Por qué? Porque así
como la función de un gobierno es gobernar, la función del periodismo es
informar. Esta tarea, sin duda, puede y debe hacerse de manera crítica (que
interrogue, dude, sospeche y, aun denuncie si es necesario) pero eso no es lo
mismo que ser opositor. Más aun, si se asume como tal el periodismo pierde su
función crítica, al menos si por crítica esperamos una acción sana, honesta y
que estimule el pensamiento.
Un
periodismo crítico del Gobierno no se logra como opositor, porque requiere de
un lugar ex-céntrico y distante respecto de toda posición particular.
Asimismo,
un medio crítico se compone de periodistas con autonomía intelectual, en tanto
que si el medio deviene opositor no hay duda que aquella autonomía se verá
gravemente restringida.
Como
sea, y más allá de la disquisición entre ser opositor y ser crítico, si la
libertad de prensa no respeta el derecho a la información aquella se transforma
en una política deliberada de banalización de la palabra.
Es
notable que la noticia sobre la misiva papal fue menos difundida por su autor
y/o su destinataria que por aquellos que creyeron (o quisieron) que era falsa.
De modo que un hecho protocolar (el Papa suele enviar este tipo de notas a los
gobernantes cuando hay celebraciones nacionales) y políticamente menor, fue
sobredimensionado por los medios y transformado en lo que no era: una mentira.
Pensar
al revés
Ya
que en estos días es el aniversario de la muerte de A. Jauretche es bueno
recordar que él entendía que los argentinos pensamos al revés.
Clarín
afecta el pensamiento de sus lectores haciendo o promoviendo que piense al
revés.
Clásicamente
supimos que los “rumores” proliferan ante la falta de información. Así, un
rumor surge como sustituto de lo que no está y en parte es de allí que extrae
su atractivo: uno se enteraría de algo secreto.
Por
ello es habitual quedar atrapado (diría penetrado) por el rumor.
La
operación a la que asistimos aquí es compleja porque no solo echa a rodar un
rumor falso sino que promueve un proceso regresivo, toda vez que en este caso
sí había información, en cuyo caso transformarla en un rumor no es otra cosa
que degradarla.
Bion,
un brillante psicoanalista inglés, describió un fenómeno clínico que llamó
“reversión de la perspectiva”. En este el paciente le hace creer al analista
que aquel se está analizando, cuando en el fondo su objetivo es otro: atacar la
mente del analista y demostrar que no sirve. A la inversa de los sujetos que,
según Freud, fracasan al triunfar, en la reversión de la perspectiva el sujeto
triunfa al fracasar, aplaude silenciosamente las derrotas, que todo vaya mal.
El
paciente, además, le hace creer al analista que hay un paciente, que hay
alguien que con sinceridad describe sus problemas. Tiene alguna similitud,
aunque sea parcial, con el llamado “síndrome de munchaussen” en tanto en uno y
otro caso un sujeto engaña a otro haciéndole creer que allí hay un problema,
hasta que se revela la falsedad del problema mentado.
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