Sebastián Plut
Si el voto es una de las prácticas propias de la democracia, no lo es porque el más votado sea, necesariamente, un personaje democrático. Lo diré rápidamente: entiendo que lo que le confiere un sentido democrático al voto es su mínima incidencia. Este rasgo que, para algunos es causa de una vivencia de insignificancia (expresada como apatía) para mí es, precisamente, el que determina su potencia democrática.
Dicho de otro modo, lo que para algunos será “mi voto no mueve la aguja”, para mí significa que “mi poder como ciudadano no debe ser más que una medida restringida”. De hecho, matemáticamente, cuanto mayor cantidad de votos obtiene un candidato, menor es el porcentaje de incidencia del voto de cada uno de los que lo eligió.
Adhiero, pues, a una política entendida como renuncia pulsional ya que la pasión, aun cuando cohesione a cierto número de personas, no parece ser democrática. Si las ma-dres de Plaza de Mayo han resultado ejemplares no ha sido, precisamente, por los ex-abruptos de Bonafini, sino por una búsqueda interminable de justicia sin haber cedido a la injusticia por mano propia.
El concepto de renuncia también se aplica a una teoría sobre la representación política. Suele decirse con creciente malestar que los políticos no nos representan. Es cierto pero, al mismo tiempo, acaso sí sean representativos de algún fragmento intersubjeti-vo específico. Un político podrá ser representante de uno o más sectores del entrama-do psíquico y vincular: nuestros deseos, la realidad o los valores. Podrá ocurrir que un político no represente nuestros ideales pero sí represente nuestros deseos; más aun, que sus acciones subroguen la consumación irrestricta de nuestros procesos desidera-tivos.
Claro que no alcanzará con que alguien subraye “tengo que” (en lugar de “quiero”). A menudo escuchamos personas que (se) dicen “tengo que” hacer tal cosa y luego no lo hacen. Esto es, apelar al deber o al tener que, más de una vez es una forma de sobor-nar al superyó (propio o ajeno) para luego transgredirlo o bien no hacer nada.
La publicidad medicinal solo en una pequeña leyenda nos dice que ante cualquier “du-da” consultemos a un médico. Raro, ¿no? ¿Acaso la duda no debería ser lo primero? Nos persuaden sobre la felicidad en grageas y, en letra casi ilegible, nos recuerdan que podemos (¿conviene?) dudar.
Dudar significa que en la política no es bueno ni necesario que prevalezca nuestra “creencia” sino la “credibilidad” del candidato. Veamos un ejemplo. En un diálogo sobre la religión podemos preguntarle a alguien si “cree” en Dios, hasta que quizá alguien afirme que la pregunta no es si cree en Dios, sino si Dios es creíble.
En un capítulo de Dr. House, una monja intenta describirle –al irónico médico- la hipo-condría de su compañera y le dice que es importante que él sepa que la otra monja (quien llega enferma a la clínica) cree cosas que no son. Dr. House, entonces, le pre-gunta si, acaso, eso no es obligatorio en el trabajo de ellas.
La política, pues, se parece más a la salud que a la religión: no es necesario creer lo que no es.
Cuando era niño, recuerdo que mientras iba en micro hacia el colegio veía leyendas en la calle que decían: “Prohibido fijar carteles”. Para mi ingenuidad e ignorancia infantil “fijar” solo quería decir “mirar”, al punto que interpreté que estaba prohibido mirar los carteles. En el micro, entonces yo miraba de reojo los carteles, con la curiosidad resul-tante de la presunta prohibición pero también con el temor de ser descubierto.
No recuerdo cuántos días después pensé: “no puede ser que pongan un cartel para decir que está prohibido leer los carteles”. Recién salí de la confusión cuando advertí la contradicción.
Digámoslo así: podemos recuperar nuestra lucidez si tomamos nota (y conciencia) de las contradicciones que nos entrampan. Contradicciones entre el ayer y el hoy de un candidato, entre lo que vemos y oímos, entre lo que percibimos y lo que sentimos, etc. Solo estar atentos, las incongruencias se muestran en cualquier esquina. En suma, las promesas y consignas son de los otros, las dudas y el pensamiento son de nosotros.
Interesante articulo Dr. Plut, un enfoque diferente sobre un temática muchas veces abordada desde otras perspectivas. Ahora debo confesarle, con todo el acervo de práctica religioso que dicha palabra conlleva, que al leer su articulo incialmente "entiendo" el sentido del derrotero de sus reflexiones, pero inmediatamente no puedo "abrochar" el sentido... Es como que introduce un tema parece fijar cierta posición del mismo pero se diluye la idea central. En conjunto no encuentro una articulación de los distintos parrafos que me permitan otorgar una significación al articulo en si mismo. Es como si fueran pequeños fragmentos inarticulados. Obviamente quizás se debe a mis limitaciones intelectuales como lector; no es que pretendo una articulo que sea una síntesis superadora, un trabajo totalizante o enciclopedista, sino que no entiendo directamente cual es la idea... Por eso como afirmo al principio es un trabajo interesante, porque despierta "interes" mas no es entendible. Pareciera que hay cierta centralidad en la idea del renunciamiento pulsional por un lado, pero así leida induce a pensar que la misma sería una actividad volitiva, y por otro lado tampoco entiendo como integra conceptualmente las pulsiones a la pasión, entiendo que en todo caso las pulsiones y sus destinos supones determinados avatares, pero la pasión como talla en esto?, también cuando dice: "Adhiero pues a una politica entendida como renuncia pulsional...". Existe esa política y ud adhiere, o es una proposición de su invención? Es excluyente de la politica dicho renunciamiento, es lo central de la politica la renuncia pulsional?. Se trata del malestar? En fin desde mis humildes entendederas es como tirar ciertos conceptos "mayores" que tienen todo un recorrido y según como uno se pare va a un lado o hacia cualquier otro, pero me parece que falta justamente el despliegue conceptual para saber hacia donde va la cosa. Sino, queda como enunciados generales inarticulados. ¿Como sería que un político "no represente nuestros ideales pero sí represente nuestros deseos;mas aun que con sus acciones subroguen la consumación irrestricta de nuestros procesos desidera-tivos."? Sería algo así como representantes, representativos? de nuestros deseos? De que deseo esta hablando? de las ganas de comer una mandarina, si de tirar fruta se trata. Creo entender que se trata de cierto deseo que no se como, pero pareciera que un otro podría dinamizar mi deseo, que no se cual es, pero que además lo podría llevar adelante sin ningun tipo de inhibición, censura o dique que lo contenga? digo por lo de consumacion irrestricta. El deseo se puede consumar? o no sera satisfacer... porque es parecido pero bastante distinto las implicancias de una u otra cuestión. Finalmente lo felicito por exponer su vivencia infantil en forma tan explicita, ciertamente hay que ser muy valiente para dar publicamente testimonio de las propias vivencias, otro profesional en vez de asumir como propia la situación hubiera dicho "un vez un paciente dijo.." . Y respecto de la misma es interesante como Ud ahí donde decía "prohibido fijar", ud leía "mirar". Si me permite la humorada, pareciera que el pequeño Plut tenía la "idea fija",pero fija en "mirar".., daria para desplegar ciertas cuestiones de la visura y la mirada y/o relativas a lo que algunos llaman pulsión escópica según lei por ahí. Finalmente, le quería preguntar el porque de tantas frases entrecortadas por el signo de separación "-" es como sugerir una polisemia de sentidos que algunas veces puede ser feliz pero cuando aparecen cada dos párrafos ciertamente no entiendo cual es el objetivo, quizas promover que alguien pregunte, como yo en este caso. O quizas tenga algún sentido mucho mas hermético que suponga alguna exégesis que me excede totalmente, pero que le otorga a sus discurso un tono mas farragoso. Lo felicito por su anhelo de profundizar en un área de la que se escribe tan poco desde su disciplina. Saludos Cordiales!
ResponderEliminar