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Psicoanálisis y Economía

lunes, 19 de mayo de 2014

¡Vaya la libertad!

Sebastián Plut


Pues que sí, hace ya tiempo, para decirlo con cierto tono de exagerada épica, que vengo librando una batalla con la libertad. Es con ella, ya que la pugna, justamente, es si estar a favor o contra ella o, mejor, si oponerme o serle indiferente.
Tengo un problema con esa palabra y, sobre todo, con lo que muchos hacen situándose como la más viva encarnación de ella para la muerte, como sus propietarios y, aun, sus distribuidores.
No escribiré aquí para aquellas mentes indignadas que se sobresaltan sobreactuando y que correrían a decirme “vos no sabés lo importante que es la libertad”. Tampoco podré esperar que me lean aquellos a quienes acomodarse a los lugares comunes les soba el narcisismo.
No crean que ignoro la admirable bibliografía sobre el tema y que yo mismo desearía haber tenido la capacidad de escribir, o tantas poesías y canciones a la libertad a cuyos autores no aspiro más que envidiarles la belleza que son capaces de conquistar.
Pero es que, quizá, por eso que la misma libertad significa y permite, hasta Bush pudo mencionarla unas cincuenta veces en un solo discurso.
Hay otros que defendiendo la libertad de expresión solo renuevan su licencia para mentir. A ellos, hasta el verbo defender pareciera quedarles lejos.
¿Acaso no están los mercaderes para quienes la libertad es el eufemismo que trasviste su único y excluyente deseo de ganar más y más dinero y a costa de más y más otros?
Y más acá encontramos a esos temerosos y frenados, encerrados y silenciosos, que diciendo y pidiendo libertad no hacen más que huir del otro, cual si los vínculos y afectos fueran inversamente proporcionales al oxígeno.
¿Y cómo olvidar a los dueños de industrias y servicios para quienes libertad solo significa fingir que prescindir de un laburante no tiene consecuencia alguna?
Y en cada ocasión que esta lid me asalta encuentro que para todo aquello que sea bueno y bello hay muchas otras palabras, menos ambiguas y manipulables, que no se prestan fácil y habitualmente a ser vaciadas o ninguneadas.
Así es, déspotas y abusadores de toda índole y en todas sus versiones, se animan y arrogan el privilegio de las libertades, pero difícilmente aprecian el compromiso, el esfuerzo, la justicia, la cooperación, la ternura y la confianza.

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