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Psicoanálisis y Economía

domingo, 28 de junio de 2009

8 apreciaciones

Sebastián Plut


I. Influido por una conversación familiar y por las próximas elecciones, soñé que –durante un almuerzo entre amigos- estaban Prat Gay y Heller. Luego de escucharlos hablar, le pedía a Prat Gay que me cuente sus defectos. Le decía que si había tantos problemas irresueltos, sería bueno que los políticos digan qué es lo que no sabrán o podrán hacer.

II. El discurso político suele tener valor como acto, como escena desplegada con algu-na finalidad: generar adhesiones, fortalecer hostilidades, presionar, enmascarar, son actos que generan actos, reforzar la legitimidad, autoridad y credibilidad del enuncia-dor, hacer creer (también hacer sentir o hacer hacer).

III. El político se presenta como una persona objetiva y racional, lo cual tiende a en-cubrir una estrategia inductora. Es decir, expone un conjunto de ideas y valores con el objeto de disminuir la desconfianza ajena. También procura modelar la propia imagen según lo que el otro desea, por lo cual importan sus deseos e ideales pero también los que se atribuyen a quienes escuchan.

IV. Qué lugar debemos darle a un líder político, qué posibilidades efectivas tiene aquel de ser fiel a sus premisas y promesas, qué fragmentos anímicos e intersubjetivos son determinantes de los tipos de elección y, a su vez, quedan representados (o desesti-mados) por los conductores, cómo concilia cada grupo dirigente las exigencias prove-nientes de las aspiraciones de los miembros de una comunidad, de las tradiciones y valores y de la realidad, qué distancias se presentan entre la forma democrática de una elección y el carácter democrático (o no) de un candidato, son algunos de los in-terrogantes que aguardan estudios concretos. Suele decirse con creciente malestar que los políticos no nos representan, dado que cuando asumen persiguen sus propios in-tereses personales o corporativos. Sin embargo, aun siendo cierto, podemos pregun-tarnos si los políticos no son representativos de algún fragmento intersubjetivo especí-fico. Un político podrá ser representante de uno o más sectores del entramado psíquico y vincular: el ello, la realidad y/o el superyó. Podrá ocurrir que un político no represen-te nuestros ideales, no obstante sí represente nuestra vida pulsional; más aun, que sus acciones subroguen la consumación irrestricta de nuestros procesos desiderativos.

V. Freud ha señalado que el otro puede ocupar diversas posiciones: objeto, rival, mo-delo, ayudante y doble. Los objetos, son aquellos con los cuales el sujeto despliega su deseo de hacer (con el otro), en tanto los rivales corresponden a los semejantes cuyo deseo es similar al del sujeto pero a quienes el yo no puede suponer como eliminables. Si en la política quedan jerarquizados los abusos de poder, los discursos falsos, las manipulaciones emocionales o el afán de ganancia, no predominan los lazos fraternos ni los rivales. Es lo que Freud denominó masas de a dos, en las que el yo se rodea de dobles idénticos y ayudantes y se opone a dobles hostiles, con los cuales el único pro-yecto es su eliminación. Algo similar ocurrirá con aquellos que queden colocados en la posición de ayudantes, a quienes no se les considera un deseo sino que son utilizados como instrumentos, que finalmente serán descartados.

VI. La complejización de los ideales deriva del esfuerzo psíquico por darle cabida en lo anímico a una realidad traumatizante: la imposibilidad de que una vivencia permita acceder duraderamente a una felicidad absoluta. Admitir la caída de la ilusión de omni-potencia supone un duelo por la pérdida de un objeto sensual. La función complejizan-te de los duelos, pues, permite fundamentar por qué resulta inconveniente una reelec-ción indefinida en el terreno de los cargos políticos. La renuncia (pulsional) a un objeto idealizado, probablemente decante como complejización comunitaria. Recordemos que el proceso de duelo permite que el objeto perdido continúe –reelaborado- en lo psíqui-co, sin pérdida del yo, a menos que el proceso previo de elección de objeto se haya realizado según el tipo narcisista. La función complejizante del duelo, pues, cuestiona un vínculo narcisista, se opone a la rebaja del sentimiento yoico por depositación libidi-nal (en un líder carismático) y objeta la distribución posicional centrada en los dobles y ayudantes que excluyen el lugar de objeto y rival. La comunidad generada por la dis-posición a la elección narcisista sólo privilegia aquellos objetos en los que el yo puede reconocerse, ya sea que se ubiquen como modelos (lo que desearía ser) o como do-bles. Cuando prevalece un liderazgo de tipo carismático los procesos complejizantes pueden quedar interferidos, dado que rige la lógica de las masas de a dos con la con-siguiente ilusión de coincidencia entre el yo con un ideal (con una desmentida de las diferencias). La fascinación promovida por el líder carismático, por lo tanto, obstaculiza el establecimiento de lazos fraternos entre los miembros del grupo y la decantación como conquista anímica del objeto perdido.

VII. Si el voto es una de las prácticas de la democracia, no lo es porque el más votado sea, necesariamente, un personaje democrático. Lo que le confiere un sentido demo-crático al voto es su mínima incidencia. Este rasgo que, para algunos es causa de una vivencia de insignificancia (expresada como apatía) para mí es, precisamente, el que determina su potencia democrática. Lo que para algunos será “mi voto no mueve la aguja”, para mí significa que “mi poder como ciudadano no debe ser más que una me-dida restringida”. Matemáticamente, a mayor cantidad de votos que obtiene un candi-dato, menor es el porcentaje de incidencia del voto de cada uno de los que lo eligió.

VIII. El mensaje político encuentra su eficacia no tanto en el contenido que transmite, en aquello que se informa, sino en inducir o promover una forma regresiva de pensar (simplificada, sin dudas, por imágenes y creencias, etc.). Recuperamos nuestra lucidez si tomamos nota de las contradicciones que nos entrampan. Contradicciones entre el ayer y el hoy de un candidato, entre lo que vemos y oímos, entre lo que percibimos y lo que sentimos, etc. Con solo estar atentos, las incongruencias se muestran en cual-quier esquina. En suma, las promesas y consignas son de los otros, las dudas y el pen-samiento son de nosotros.

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