Presentando el Blog

Psicoanálisis y Economía

jueves, 11 de julio de 2013

El comodín de la libertad

Sebastián Plut

Intentaré una reflexión sobre la noción de libertad que, al menos en parte, continúa lo que he planteado en “Derechos y acreencias”, un artículo previo publicado en el N° 5 de la Revista de Epistemología y Ciencias Humanas.
El tema de la libertad ha sido ampliamente discutido y han hecho su aporte las más variadas disciplinas. Lo que haré aquí, pues, es una reflexión breve y acotada al psicoanálisis a partir de la pregunta sobre si tiene sentido la noción de libertad y, en caso afirmativo, cuál.
Si uno piensa en la libertad como valor, rápidamente uno encuentra su contraparte en toda experiencia que refiera a una dictadura, en cuyo caso no puede sino subrayarse la importancia que aquella (la libertad) adquiere. En efecto, en cualquier situación de despotismo, nuestros movimientos, nuestra posibilidad de pensar y de expresarnos, etc., se ven severamente restringidos o castigados. De todos modos, podemos agregar, la libertad que allí exigimos se basa aun en otro concepto que es el de justicia. La lucha, en tales ocasiones, se despliega contra el ejercicio abusivo del poder, es decir, contra la injusticia.

En el título me referí al “comodín” porque, de hecho, advertimos que puede hacerse un uso múltiple del término libertad, puede ser enarbolado por diferentes actores sociales y aplicado a circunstancias de las más diversas. Por ejemplo, ciertos economistas pueden defender “la libertad de mercado” (en oposición a la función regulatoria del Estado) o bien algunos pueden defender la “libertad de prensa” (omitiendo considerar el derecho a la información) o, ya en otro terreno, un paciente puede decir que desea separarse de su novia porque necesita “más libertad”. Cabe recordar, por ejemplo, que en su discurso de asunción a la presidencia George W. Bush utilizó 50 veces el término libertad (hasta 6 veces en un mismo párrafo) para exponer sus ideas tanto sobre el mercado como sobre la lucha contra el terrorismo.

Vale recordar aquí lo que Freud planteó en El malestar en la cultura: “La libertad individual no es un patrimonio de la cultura. Fue máxima antes de toda cultura; es verdad que en esos tiempos las más de las veces carecía de valor, porque el individuo difícilmente estaba en condiciones de preservarla. Por obra del desarrollo cultural experimenta limitaciones, y la justicia exige que nadie escape a ellas. Lo que en una comunidad humana se agita como esfuerzo libertario puede ser la rebelión contra una injusticia vigente, en cuyo caso favorecerá un ulterior desarrollo de la cultura, será conciliable con esta. Pero también puede provenir del resto de la personalidad originaria, un resto no domeñado por la cultura, y convertirse de ese modo en base para la hostilidad hacia esta última. El esfuerzo libertario se dirige entonces contra determinadas formas y exigencias de la cultura, o contra ella en general. No parece posible impulsar a los seres humanos, mediante algún tipo de influjo, a trasmudar su naturaleza en la de una termita: defenderá siempre su demanda de libertad individual en contra de la voluntad de la masa. Buena parte de la brega de la humanidad gira en torno de una tarea: hallar un equilibrio acorde a fines, vale decir, dispensador de felicidad, entre esas demandas individuales y las exigencias culturales de la masa; y uno de los problemas que atañen a su destino es saber si mediante determinada configuración cultural ese equilibrio puede alcanzarse o si el conflicto es insalvable”.

Vayamos ahora a un terreno más cercano a los psicoanalistas.
Winnicott ha escrito un bello trabajo sobre el tema (cuyo título es “Libertad”) en el cual sostiene que es un error oponer libertad a determinismo. De hecho, si así lo hacemos, gran parte de la teoría psicoanalítica sería una suerte de demostración de la falta de libertad, dadas, por ejemplo, las hipótesis sobre la sobredeterminación. En cambio, Winnicott considera que la libertad es correlativa de la creatividad o, por lo tanto, podríamos decir que es opuesta a la estereotipia o la rigidez. Ejemplos de libertad para este autor son el humor o la capacidad de jugar y, sabemos, ambas actividades humanas están determinadas.
Concretamente, Winnicott afirma que: a) “es la rigidez de las defensas lo que hace que la gente se queje de la falta de libertad”; b) “la libertad es asunto de la economía interna del individuo”.
Agreguemos entonces que una falsa noción de libertad supondría la ilusión de una ausencia de causas (o determinaciones) cuando, más bien, consiste en nuestra capacidad de saber y hacer con tales determinaciones.

También podemos recordar la indicación freudiana de la asociación libre. Sin embargo, con esta instrucción Freud no imaginaba que las personas decidían conciente y libremente qué decir sino que, para él, constituía sobre todo una apelación a la sinceridad.

Que un sujeto decida alejarse de su pareja reclamando su necesidad de libertad o, en el ámbito social, alguien proclame la libertad de mercado, es correlativo de un aumento de la carga negativa del término “dependencia” o, en todo caso, de la tendencia a homologar este término con las ideas de subordinación o sometimiento. Dicho de otro modo, dependencia podrá también significar que no me resulta indiferente la presencia o ausencia del otro.

En suma:
a) si hay alguna restricción abusiva, el reclamo de libertad adquiere su pleno valor en tanto se ha vulnerado un derecho, se ha consumado una injusticia;
b) si no estamos ante ese tipo de situaciones (dictaduras, etc.) el reclamo de libertad tiene su origen en: 1) la falta de creatividad, 2) la tentativa de desconocer al otro.