Presentando el Blog

Psicoanálisis y Economía

domingo, 9 de junio de 2013

Con humor de transferencia


Sebastián Plut


1. ¿Por que nos habrán enseñado que la vaca da la leche? ¿No es acaso el hombre el que se la saca? O bien: ¿por que decimos "se cayo el Muro de Berlin"? ¿Desmentimos que alguien lo tiro?

2. ¿Por que será que si un lego lee un libro de física, por ejemplo, dice "no entiendo", pero si lee un texto de psicoanálisis dice "no se entiende"?

3. Estoy leyendo un texto de R. Carnap que se llama "La superación de la metafísica por medio del análisis lógico del lenguaje". Después dicen que los psicoanalistas somos complicados...

4. Si un político dice que tiene "sed de verdad" escuchemos bien lo que dice cuando deja de hablar para tomar agua.

5. A veces me parece que el paciente tiene analistas que el analista no comprende...

6. Cuanta razón tiene el que dijo que "los hijos son la excepción a la regla", ¿no?

6. Si alguien dice: "tengo que..." (estudiar, trabajar, etc.) seguramente es solo un soborno al superyó.

7. Cuando un paciente tiene un gesto hostil hacia alguien, no aceptamos que "parezca un accidente". Al menos en eso, nos distinguimos de la mafia.

8. Ante las próximas elecciones legislativas y la aun falta de candidatos claros, los patriotas de mayo dirían "el pueblo quiere saber de que se trata". En cambio, Laplanche y Pontalis dirían: "queremos definiciones".

9. Pequeño diccionario psicoanalítico
Cuando un analista dice de otro que "tiene recorrido" quiere decir que su "currículum vitae" es bueno.
Cuando un analista dice de otro que "lo respeta", quiere decir que le parece un imbécil.

10. Algunas mujeres que se quejan de que sus maridos no las escuchan parecen tener un hipoacusico proyectado.

11. Los "anales" de la historia ¿son los libros que registran las cagadas de la humanidad?

12. Ejemplo de contradicción lógica:
Un sujeto en un bar pide: "mozo, traigame un cortado mitad y mitad con mas leche que café".

13. ¿El concepto de "madre patria" no es hermafrodita?

14. Que el hombre este creado a imagen y semejanza de Dios... no habla muy bien de Dios...

15. Freud: sexualidad sin reproducción
Técnicas de fertilización: reproducción sin sexualidad

16. Si un paciente cuenta un chiste en sesión, ¿es humor de transferencia?

17. Una breve viñeta
El tratamiento del paciente G. planteó varias dificultades.
Uno de los mayores obstáculos fue poder conocer su nombre completo, lo cual llevó varias sesiones.
Otro problema fue entender su motivo de consulta. El analista intuyó que la angustia del paciente tenía una razón: nunca pudo entender cómo es que tenía un hermano mellizo dos años menor.
Eso, a decir verdad, también confundía a su analista, quien luego de un silencio bien estudiado, respiró y preguntó: ¿”qué es un mellizo para usted?”. Así dio por finalizada la sesión.
Un grupo de trabajo, reunido para estudiar el caso y las intervenciones del analista, pudo conjeturar que esa pregunta tenía un claro origen: esa mañana había ido a supervisar el caso.

18. "Elemental mi querido Watson" decía Sherlock Holmes cuando estudio psicología conductista. Y con buenos reflejos, Watson le contesto: "no quiero estar condicionado".

19. Si un paciente cuenta que cometió un delito: ¿es asociación libre o asociación ilícita?

20. Si un paciente tiene fobia a los perros, ¿nos producirá una contratransferencia rabiosa?

21. La paradoja del paciente electricista: tener un sin-toma corriente.

22. La mentira del autoservicio, ¿es un falso self service?

23. El hijo del analista lacaniano, cuando entra a primer grado, ¿lee "Gregorio suma y sus matemas"?

24. Marx era buen alumno porque tenía conciencia de clase.

25. Cuando alguien muere y otro pide un minuto de silencio, el lacaniano diría: “¿solo un minuto?”



Lo que pide la gente


Sebastián Plut

Cuando tratamos de diferenciar y agrupar políticos recurrimos a diversas categorías: de izquierda o derecha, honestos o corruptos, peronistas o radicales, ideólogos o de acción, con gestión y congestionados, nacionalistas o cipayos, nuevos o viejos, primos y entenados, amigos y enemigos, populistas o republicanos, etc.
Tal vez podamos agregar otra categoría: aquellos que al contar que recorren una ciudad dicen (insisten, enfatizan) “la gente nos pide…”. En ese momento, pues, mencionan lo que, presuntamente, “la gente les pide”: menos inseguridad, salvar la república, crecimiento económico, disminuir la corrupción, entre otros pedidos.
Esperemos que no se les confundan los términos y acaben dando menor república, salvando la corrupción, creciendo la inseguridad o disminuyendo la economía.
La escena, entonces, consiste en que estos políticos: a) caminan; b) escuchan y c) harán lo que la gente les pide.
Por mi parte, no logro decidir si esta escena me parece inverosímil o absurda.
¿Realmente sucede todo eso? ¿Es cierto que andan por ahí escuchando el clamor popular? ¿Harán lo que la gente les pide? Por ejemplo, a muchos de ellos yo les pediría que no se presenten nunca más en una elección, ¿cumplirán mi pedido? ¿Son como los reyes magos que uno les pide algo y ellos prometen satisfacer nuestros deseos?
¿Qué es un político y que esperamos de él? ¿Qué haga lo que le pedimos o que haga lo que él dijo que iba a hacer? Es decir, ¿esperamos que cumpla nuestros deseos o que cumpla con su palabra?
Lo que yo espero de un político es que tenga un proyecto y que me proponga él una agenda de políticas públicas. No quiero que me pregunte lo que yo quiero, porque tampoco quiero pensarlo como aquel que hará lo que yo quiero. No quiero un “delivery gubernamental” a la medida de lo que yo pueda pedir.
Los psicoanalistas, por ejemplo, sabemos que no tenemos por qué hacer lo que un paciente nos pide. Se supone que –en el mejor de los casos- nosotros sabemos lo que debemos hacer cuando el paciente nos cuenta su sufrimiento.
Si vamos al almacén, es cierto que pedimos lo que cada quien desea o necesita comprar, pero lo hacemos dentro de lo que ese almacén nos ofrece.
Ya sé que un gobierno no es una sesión de análisis ni un almacén de productos, pero cada una de estas actividades, como tantas otras, tiene sus propias reglas de funcionamiento y regulación.
Tampoco me parece que una escuela, por ejemplo, deba responder a las demandas de los padres de los escolares. He llegado a escuchar, de algún padre de un alumno de escuela privada, que ante un malestar con la institución propuso: “hagamos valer nuestro poder como clientes”.
A un gobierno, creo, podemos exigirle idoneidad y honestidad, pero esas exigencias no pueden homologarse con que “hagan lo que les pide la gente”.
No es lo mismo exigir que pedir. Cuando exijo, espero que el otro cumpla con su deber; cuando pido, espero que el otro satisfaga mi deseo. Si exijo, ejerzo mi derecho a que el otro responda a sus obligaciones así como yo cumplo con las mías; si pido, ejerzo mi derecho a no tener obligaciones.
Un político no será idóneo y honesto porque haga lo que yo pido, sino que lo será si hace lo que se comprometió a hacer.
Entonces vuelvo a mi duda: aquella escena ¿es inverosímil o absurda?
Es inverosímil porque cuando un político dice que escucha a la gente, la realidad es que él se está “mostrando” ante la gente, le está diciendo “yo soy lo que vos pedís”.
Es absurda porque no es esa su función ni su obligación.
En suma, no tengo por qué decidirme entre ambas opciones: la escena es inverosímil y absurda.

Francisco De Narváez y la contradicción semántica

Sebastián Plut

La propaganda política, que parece seguir la lógica de la publicidad, suele expresarse de forma altamente condensada, por lo cual para su análisis necesitamos de ciertos instrumentos que nos permitan acercarnos a su sentido.
Sin embargo, no me centraré ahora en tales instrumentos sino que, solamente, deseo comentar la impresión que me dio leer en diversos carteles la propaganda de Francisco De Narváez que dice: “Ella o vos”. Estos carteles me recordaron un trabajo que hace tiempo publiqué en Actualidad Psicológica, en el año 2004, sobre el problema del “sacrificio” y quiero comentar los motivos de esta evocación.

A modo de síntesis, puedo señalar que la postura sacrificial incluye el mecanismo de la desmentida, el cual a su vez interfiere en el desarrollo del juicio que indica que el destinatario de dicho sacrificio es un personaje hostil. El complemento de este desconocimiento (del carácter hostil de dicho personaje) consiste en la supresión de los propios deseos narcisistas y egoístas.
El otro componente de este tipo de situación es lo que denominamos “contradicción semántica”, la cual se desarrolla cuando un sujeto dice “vos” pero que, en el fondo, dice “yo”. El ejemplo típico podrá ser aquella escena en que un padre o una madre le dice a su hijo: “lo hago por vos”, cuando en rigor no es por el hijo sino por sí mismo por quien pide algo. Dicho de otro modo, el que pide un sacrificio: a) disfraza su propio egoísmo; b) apela al argumento del amor; c) sugiere que el otro es egoísta; d) lo induce o manipula emocionalmente para que desarrolle una conducta “generosa” hacia el primero.

Volvamos entonces a la propaganda referida: la elección manifiesta que plantea es entre “ella” (Cristina Fernández de Kirchner) y “vos” (el ciudadano). El sujeto de la misma (De Narváez), al proponer “ella o vos”, queda, en apariencia, afuera de la misma, ya que no dice “ella o yo”. Lógicamente, inferimos que ese “yo” está implícito toda vez que la propaganda apunta a posicionarse como candidato de una elección, por lo cual los ciudadanos debemos elegir no entre “ella” y “nosotros”, sino entre “ella” y “él” (donde ella es CFK y él es FDN).
En síntesis, Francisco De Narváez nos está diciendo que hagamos algo (votar) por nosotros mismos, omitiendo expresar que lo estaríamos haciendo por él.
Con estos comentarios, huelga decirlo, no pongo el foco en el hecho de que un político se proponga para ser votado y que, con ese propósito, se exhiba como la opción conveniente. Sencillamente, intento examinar en la trama discursiva la estrategia retórica a la que apela el candidato.
Más específicamente, considero que el análisis de dicha estrategia permite formular una suerte de anticipación: votar por él conducirá a la elección de un político que nos impondrá numerosos sacrificios, sobre todo si desconocemos el carácter hostil del mismo. Un político para el cual, finalmente, nuestras propias aspiraciones no tendrán cabida.

domingo, 2 de junio de 2013

Accidental


Sebastián Plut


Camilo no estaba seguro si la extraña reflexión, que le sobrevino mientras conducía por la autopista, era ciertamente tan extraña. Pensó que si sufría un accidente en la ruta, luego se diría a sí mismo que “si hubiera tomado por otro camino, no habría chocado”. En consecuencia, si ingresaba en la ciudad sin haber tenido ningún siniestro, debería conjeturar que fue un acierto el trayecto recorrido pues el accidente estaba en otro sitio.
Parecía, entonces, que la popular teoría del «diario del lunes» solo se aplica a los eventos desagradables. Es que el condicional de lo que podría haber sucedido, tan irreflexivo como inevitable, únicamente tiene lugar cuando pretendemos desalojar un dolor y preferimos una melosa sensación de injusticia…

*        *        *

Casi todos los días pueden escucharse los ruidos que llegan desde el interior de la precaria casa, ubicada poco antes de llegar a la esquina. Es una construcción sencilla, probablemente de algo menos de medio siglo. Durante las mañanas y las tardes entra gente que permanece allí unos treinta minutos. Por las noches, el ingreso y egreso de personas disminuye bastante. La música, en cambio, suena casi sin pausa. En general es cumbia, que alterna con boleros y alguno que otro chamamé.
Los vecinos del barrio, sobre todo los de la misma cuadra, se fueron inquietando de manera creciente. Conversaban entre ellos y la histórica panadería, que lindaba con aquella vivienda, se transformó en el ámbito privilegiado de debates o, más bien, de ese tipo de conjeturas y comentarios que no se esfuerzan por distinguir entre rumores e información.
Incluso, fue consultado el policía de la otra esquina, quien se mostró interesado en el tema pero carecía de todo halo detectivesco. Aun así, una tarde al volver a la seccional optó por compartir unas pocas palabras sobre el asunto con el oficial principal.
La noche del lunes, tres ocasionales caminantes, vieron salir humo a través de una de las ventanas del frente, se detuvieron, intentaron hallar algún espacio por donde mirar hacia el interior pero, ante el fracaso de esta búsqueda, continuaron su camino.

Lunes 2 AM. El oficial principal no eludió su responsabilidad. Habló con el comisario y antes de que llegara la orden judicial comenzaron a preparar el allanamiento. Tres móviles con cuatro federales en cada uno se estacionaron en la puerta de la panadería. La docena de agentes, con las armas de rigor, derribaron la puerta y vociferaron frases que los asustados curiosos que andaban por allí no supieron reconocer.
Desde afuera se oían los gritos que llegaban desde la casa y que se superponían con la música y algunos disparos. De todos modos, no hubo heridos. Además de la policía, salieron un hombre y una mujer con un niño en brazos. La televisión mostraba las imágenes y enfatizaba el desconcierto.
Los detenidos declararon más tarde en la comisaría. Informaron que se dedican a la elaboración de tortas caseras que, modestamente, venden por recomendación. Últimamente, les está yendo un poco y mejor y, de hecho, cuentan con la habilitación correspondiente.
Diarios, radios y vecinos coincidían en el mismo interrogante: ¿cómo pudo la policía irrumpir violentamente en la casa de una familia trabajadora?

*        *        *

En la cuadra ya resultaba familiar que se oyeran ruidos provenientes desde el interior de la humilde casa, ubicada entre la mitad de cuadra y la esquina.
Algo precaria en su estructura y aun siendo vieja no se diría que fuera una antigüedad. Desde las diez de la mañana hasta la caída del sol, entran personas que, poco después, salen con alguna bolsa. Ya hacia la noche, la cantidad de gente es bastante menor, pero el sonido de aquellas melodías porteñas o latinas no disminuye.
Los habitantes de las casas contiguas oscilaban entre la sospecha y la indiferencia. Si tenían oportunidad, particularmente mientras permanecían esperando ser atendidos en la panadería, charlaban sobre la “casa”. Unos preguntaban, otros reconocían ignorancia y otros disfrazaban de saber a su imaginación.
Cierto día hablaron con Aguirre, el vigilante que suele estar de pie en la otra esquina, a quien le gustó ser consultado, más por la amigable plática que por sentirse convocado en su oficio. De todas maneras, al dejar su turno y pasar por la seccional, se acordó de transmitir los “hechos” al principal.
Serían las nueve de la noche del lunes, cuando tres amigos advirtieron algo de humo que salía por debajo de la puerta. Con más curiosidad que temor quisieron ver qué sucedía pero no encontraron espacio alguno por donde mirar y cada uno se fue a su casa.

Lunes 2 AM. En pocas horas el fuego creció arrasando con gran parte de la construcción y dejando dos cuerpos que a penas podía reconocerse que fueran seres humanos. Los bomberos no pudieron hacer nada, al menos si de salvar vidas se trataba. La policía comenzó a investigar sobre lo ocurrido y los medios emulaban a estos últimos aunque según sus propios fines.
Se llegó a saber que allí funcionaba un pequeño laboratorio de elaboración y comercialización de drogas. Intervino un juzgado federal y aunque aun no se había podido identificar a los responsables, los periodistas sugerían que allí operaba una banda local en conexión con indocumentados de algún país latinoamericano.
Diarios, radios y vecinos coincidían en el mismo interrogante: ¿cómo pudo suceder esto a la vista de todos sin que las autoridades interviniesen?

*        *        *

Camilo quiso caminar. Anduvo unas diez cuadras hasta que entró en un bar y leyó el diario. Sin entender bien por qué, recordó que alguien, cuyo nombre no pudo evocar, sostuvo que el azar solo es desconocimiento de las causas. Él estaba de acuerdo con esa idea y, más aun, coleccionaba anécdotas propias y ajenas que otorgaban solidez a ese aserto.
Volvió a su casa, jugó a los dados con su mujer y sintió cierta nostalgia por lo difícil que le resultaba pensar en esta época que los accidentes existen.